Mtro. Jorge Iván García Morando • Coordinador de proyectos sociales y religiosos UNIVA Plantel Guadalajara
Una ecología integral también está hecha de simples gestos cotidianos donde
rompemos la lógica de la violencia, del aprovechamiento, del egoísmo.
(Papa Francisco)
Estamos próximos a que se cumplan los cinco años de la encíclica Laudato si del Papa Francisco y considero que es un buen momento para reflexionar sobre nuestra humana situación a partir de los acontecimientos que no solo es la pandemia, también, se encuentra la otra realidad que nos devela la misma: la condición económica por encima de la condición humana, la pobreza extrema que nuestro país y otros tienen, la falta de solidaridad y gratitud para con los profesionales de la salud, la incapacidad por la convivencia continua, la poca tolerancia a la frustración, el desencantamiento por las grandes potencias, la deshumanización ante la muerte y la enfermedad, la condición del “apestado” como nueva categoría de discriminación, la lucha por privilegiar y garantizar los interés particulares, la inversión de la lógica de la transmisión de las epidemias, el surrealismo del costo del barril de petróleo equiparable a una dona y café, los arduos cabildeos internacionales por la estabilidad de las bolsas pero no la de los víveres, entre otras. Lo cierto es que, no podemos pensar en una ecología integral sino no hay un trasfondo antropológico, en otras palabras, no se puede reestablecer la relación o el diálogo con la naturaleza, con la y nuestra ecología, si no partimos de un nuevo ser humano, porque “cuando la persona humana es considerada sólo un ser más entre otros, <<se corre el riesgo de que disminuya en las personas la conciencia de la responsabilidad>>” dice el Papa Francisco. Es por ello que se tiene que leer la encíclica del Papa Francisco a partir de una relectura de nuestra realidad y situación que vivimos, ya que no hay dos crisis sino una sola, la crisis socio-ecológica, por la que <<¡urge la presencia –dice Benedicto XVI- de una verdadera Autoridad política mundial!>> que prime la condición humana, primero, por encima de los intereses mezquinos particulares, sociales, políticos, religiosos y económicos y, segundo, que consolide un verdadero proyecto educativo para crear una verdadera alianza entre la humanidad y el ambiente, esta alianza que consolide una espiritualidad ecológica: <<porque no será posible comprometerse en cosas grandes sólo con doctrinas sin una mística que nos anime, sin unos móviles interiores que impulsan, motivan, alientan y dan sentido a la acción personal y comunitaria>>,de ahí la generación de actitudes al cuidado generoso y lleno de ternura: gratitud y gratuidad ante el mundo como don recibido, conciencia ante la convivencia con las demás criaturas y la convicción ante la enseñanza bíblica de que <<menos es más>>.
Publicado en El Semanario Arquidiocesano de Guadalajara el domingo, 26 de abril de 2020