Este evangelio nos presenta a Jesús como la única vid, con todas las virtudes que no se pueden encontrar en ningún ser humano. El pueblo de Israel ha sido infiel, no ha dado fruto, constantemente da muestras de su falta de fe y se inclina a la idolatría y es por eso que en la persona de Jesús podemos reunir todo esto que no se ha visto en ningún otro ser humano, pues ha sido capaz de aceptar la voluntad del Padre y con esto podemos entender por qué Él es la vid verdadera.
La invitación que se nos propone en este relato es a reconocer en Jesús al único que le puede dar sentido a nuestra vida, solo unidos a Cristo que es la vid, seremos capaces de dar ese fruto esperado, pues de nosotros no depende cambiar la realidad de nuestra existencia, pero si vivimos en esa fidelidad a Dios y nos dejamos guiar por Él, seremos capaces de hacer su voluntad en nuestra vida, y caminaremos confiados en que no estamos solos y que todo lo que acontece en nuestra vida recobra el verdadero sentido.
Pidamos hoy al Señor su gracia de no sentirnos solos, de sabernos acompañados por Él, y nos lleve a encomendar nuestra vida a su providencia y sobre todo que nos ayude a aceptar su siempre su voluntad.
