Hoy Jesús condena la hipocresía de los fariseos al tomar las cosas sagradas a su conveniencia, aparentando la pureza, pero olvidándose de practicar la misericordia y la fidelidad que provienen desde dentro, es decir, del corazón. Ante esto, la sentencia es clara: son guías ciegos que pretenden dirigir al otro a su conveniencia, llevándolo directo a la perdición.
Quizá podemos caer en la tentación de aparentar ser buenos, pero sin practicar la misericordia, que es inclinar el corazón ante la necesidad del otro, ni la fidelidad, que es el vínculo de confianza y amor, actuamos bajo nuestros propios intereses sin voltear a ver al otro.
Hoy Jesús te ofrece la oportunidad de ser justo, de voltear a ver la necesidad del amor de Dios en los demás y tenderles la mano. Hoy contemplamos el ejemplo de Santa Mónica, que al ver como su hijo Agustín perdía la fe, le presentó su necesidad, y gracias a su perseverancia en la oración, Dios le permitió la conversión de su hijo, a quien hoy llamamos: San Agustín de Hipona.
¿Has practicado la misericordia pidiendo por aquellos que sabes que están necesitados de Dios?
Señor, conmueve mi corazón ante el dolor de los demás y ayúdame a hacer algo para remediarlo actuando bajo tus criterios de misericordia, para ser fiel hasta que vuelvas.