Ser sal y ser luz son dos tareas que Jesús encomendó a sus discípulos y que nos encomienda hoy a nosotros, sus seguidores. El uso más común que tiene la sal es para sazonar los alimentos, pero hay que ser muy precisos en las cantidades para que la comida esté buena. La luz tiene la misión de iluminar. Cuando caminamos en la oscuridad de la noche, basta una pequeña luz que ilumine donde tenemos que pisar para poder avanzar. Así, nuestra vida tiene que ser una luz que marque el camino hacia Dios a los que nos rodean. Jesús nos invita a ser luz que ilumine, no que deslumbre y confunda.
Seamos esa sal y luz que el mundo tanto necesita, la tarea del evangelizador será eficaz para la salvación de las almas, si no se anuncia a sí mismo, si no se pone en el centro, si no calla por miedo, si no es un surtidor de palabras, sino que pronuncia las palabras oportunas para atraer a todos a Cristo. Hoy, por la intercesión de san Antonio, pidamos la gracia de ser sal y luz en el lugar que nos encontramos.