Este discurso que Juan nos va narrando en su Evangelio, de repente, nos puede parecer, incluso, hasta un poco confuso, pues ya nos está anunciando la Ascensión del Señor a los cielos. La verdadera alegría que Jesús nos promete; se irá, pero va a regresar. Queda claro que él convertirá nuestras tristezas en alegrías, pero no solo eso, da sentido verdadero a nuestra vida. La alegría que nos ofrece el mundo es pasajera y hueca, que nos llena en primera instancia de mucho gozo, pero que basta un pequeño tiempo para darnos cuenta de que Jesús es nuestra verdadera alegría. La alegría es un fruto del Espíritu Santo, el día de hoy tengamos el valor de pedírselo con mucha fe, esa alegría que tanto nos hace falta en algunas ocasiones y que no la podemos conseguir en ningún otro lugar, sino solamente acudiendo a él.
USTEDES LLORARÁN MIENTRAS EL MUNDO SE ALEGRARÁ (JN. 16, 16:20)
