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Una presencia transformadora: La transfiguración del Señor

Por 15 marzo, 2019noviembre 28th, 2019Convocatorias

Pbro. Lic. Francisco Ramírez Yáñez • Rector del Sistema UNIVA

 

Miguel de Cervantes Saavedra, en una de sus obras más destacadas de la literatura española y una de las principales de la literatura universal, Don Quijote le dice a Sancho “como no estás experimentado en las cosas del mundo, todas las cosas que tienen algo de dificultad te parecen imposibles”.

En el caminar de la vida nos encontramos con situaciones que, desde nuestro punto de vista son inalcanzables, difíciles, inadecuadas, inútiles, absurdas. Experiencias que en ocasiones roban nuestra capacidad de soñar, luchar, construir, seguir con nobles proyectos y metas trazadas. Una situación semejante experimentaban los discípulos que habían acompañado ilusionados un gran sueño, en el que se sabían y reconocían profundamente amados, valorados, tomados en cuenta, pero ante la paradoja de la pasión y la posibilidad de la cruz, se encuentran profundamente desconcertados.

La cruz, el misterio pascual, hay que comprenderlo desde lo que realmente es, consecuencia del amor, de llevar hasta las últimas consecuencias el proyecto de su Padre, la instauración del Reino, como dice el libro de Cantar de los Cantares “es fuerte el amor como la Muerte” [y] “no pueden torrentes apagar el amor” (8,6s).

Amar a una persona, soñar con un proyecto, nos lleva a hacer cosas inimaginables, si mantenemos, pese a los obstáculos, la esperanza de la vida, por ejemplo. Acompañar a un enfermo durante días y noches, pese a nuestro cansancio y dificultad, motivados por su recuperación, o para que sencillamente experimente que no está solo, para que tenga certeza de que es profundamente amado, a pesar de su falta de salud, de fuerza, de horizonte. El amor de una madre, de un maestro, de un profesional de la salud, de un entrenador, por mencionar algunos son ejemplo de ello, ya que tendrán que pasar –y hacer pasar- a las personas que aman por momentos de dificultad para que puedan vencer sus límites y lograr sus sueños.

Es lo que pretende con sus discípulos Jesús, al solicitar a tres de ellos que lo acompañen ya que el contexto empezaba a hablar de dificultades, de pasión y de cruz. El Evangelio de Lucas (9, 28-36) dice que “unos ocho días después de estos sucesos”, se los llevó al monte Tabor para orar, y comenta que se mantuvieron despiertos lo que les permitió “ver su gloria”, les posibilitó una experiencia de transformación, de experimentar el Amor que vence todo dolor, miedo e inseguridad, tanto así que ellos piden “hagamos tres tiendas y quedémonos aquí”. Pero el Señor no busca quitar la dificultad, sino confortarlos para que puedan seguir adelante pese a las contrariedades.

De igual manera nosotros, por lo que la invitación es a experimentar la presencia transformadora de Dios que nos ama, y que nos recuerda que no estamos solos en la lucha, como dice Antonio Machado “si es bueno vivir, todavía es mejor soñar, y lo mejor de todo, despertar”. Despertar sabiéndonos profundamente amados, reconocidos, fortalecidos, de ahí que vale la pena, sufrir la pasión y la cruz, si detrás de ella está la experiencia de la Resurrección.