Hoy nos tomaremos un café al estilo franciscano, pero no con cualquiera, sino con el presbítero y doctor de la Iglesia, san Antonio de Padua. San Antonio fue un gran predicador, cuyo celo apostólico lo llevó a predicar a los peces cuando sus feligreses lo despreciaron.
El evangelio de hoy nos enseña los detalles del quinto mandamiento, al que atentamos incluso con una pequeña ofensa: «El que insulte a su hermano será llevado ante el tribunal supremo, y el que lo desprecie será llevado al fuego del lugar de castigo». ¿Te parece exagerado?
Si tu respuesta es sí, creo que nos hace falta reflexionar sobre la trascendencia de nuestros actos. Por otro lado, te invito a pensar en cómo te has sentido insultado o despreciado por los demás, y cómo ellos te han hecho sentir menos. Si te atreves a hacerlo, podrás dar el paso hacia el perdón, y este te llevará a disfrutar de la libertad que provoca.