La vida de los santos es un testimonio de entrega amorosa a los demás. Hoy, este estilo de vida se presenta como una invitación que nos hace el Evangelio (Mc. 9, 30-37).
En este pasaje, Jesús anuncia su pasión a los discípulos, quienes no comprenden su mensaje y, por temor, no se atreven a preguntar de qué se trata. Este tema queda relegado, mientras ellos inician una discusión sobre quién será el más grande en el Reino de los Cielos. Jesús aprovecha este momento para dejarles una enseñanza fundamental: el más grande en el reino es aquel que se convierte en servidor de todos.
Estamos llamados a ser servidores de la humanidad, siguiendo el ejemplo de Jesús, quien, a pesar de su condición divina, se anonadó, asumiendo la forma de siervo y llevándolo todo hasta el extremo: la muerte en la cruz.
¿Busco que me sirvan o soy yo quien sirve a los demás? Cuando te presentas como servidor, ¿realmente actúas como tal? Seamos coherentes entre lo que decimos y hacemos. Antes de aspirar a títulos o cargos importantes, pregúntate si esas posiciones te permitirán servir aún más.
Señor, concédeme la gracia de ser un verdadero servidor de la humanidad.