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Nunca es tarde para la misericordia, pero…

Por 22 marzo, 2019noviembre 28th, 2019Convocatorias

Pbro. Lic. Paulo Alejandro González Enríquez • Director General de Desarrollo Institucional

 

El tiempo de Cuaresma debe ser para todo creyente, un refrescar el proceso permanente de conversión en el que debemos vivir, un dirigirnos siempre a Dios, cumplir su voluntad, ejercer la caridad como una exigencia ineludible de nuestra fe.

Iniciemos por no estigmatizar la conversion, no es exlcusiva de los grandes pecadores o de los que públicamente hemos identificado como “malos” en medio de nuestra sociedad. Ese fue el gran error que Jesús corrige en el texto del evangelio que se nos presenta para la reflexión: “¿Piensan ustedes que aquellos galileos, porque les sucedió esto, eran más pecadores que todos los demás galileos?” La conversión es un estilo de vida que nos debe impactar y motivar a todos, no de una manera comparativa sino en busca de su amor y los frutos que este exige.

Jesús nos invita a hacer una lectura distinta de las desventuras y la muerte, estos no deben suscitar en nosotros curiosidad o la búsqueda de presuntos culpables, sino que deben representar una ocasión para reflexionar, para vencer la ilusión de poder vivir sin Dios y para fortalecer, con la ayuda del Señor, el compromiso de cambiar de vida.

La conversión exige que aprendamos a leer los hechos de la vida en la perspectiva de la fe. En presencia de sufrimientos y lutos, la verdadera sabiduría es dejarse interpelar por la precariedad de la existencia, no como una desgracia que nos cercena y conduce a la muerte inevitable, sino como la gran oportunidad de ejercer misericordia. El pasaje evangélico concluye refiriendo la oportunidad que se le da a la higuera estéril, no es una oportunidad cómplice u omisa, es la oportunidad que exige frutos.

La misericordia que Dios tiene, nos debe exigir los frutos de la fe, si no: “el año que viene la cortaré”.

 

Referencias:

Tercer domingo de Cuaresma, Ciclo C

San Lucas 13, 1-9