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NADIE ES PROFETA EN SU TIERRA… (MC. 6, 1:6)

Este evangelio de san Marcos nos presenta a Jesús enseñando en medio de la gente, pero esta vez quienes le escuchan son los de su casa, la gente que lo conoce, y aunque habla con esa autoridad que le caracteriza y ellos mismos reconocen que habla con sabiduría, son incapaces de creer que Jesús tenga el poder de hacer milagros, piensan en cómo un hombre tan simple, como Jesús, puede realizar tal cosa.

Esta misma situación, a la que se enfrentó, Jesús la seguimos experimentando en nuestra sociedad, pues dudamos de la sabiduría que otros tienen, de sus capacidades, de sus talentos, y, sobre todo, causa asombro si quien lo posee es gente sencilla o personas que consideramos inferiores. Este tipo de soberbia que se intenta ocultar, este tipo de orgullo de no querer reconocer en los otros un prójimo del cual podemos aprender, no hace más que impedir la visión y hace perder toda perspectiva de la realidad. Jesús no pudo provocar la fe en aquella gente que se encontraba presente, y hoy a nosotros se nos invita a no cerrar nuestros oídos a este mensaje de la Buena noticia y pedir la gracia de poder reconocer sobre todo en los más pobres la presencia de Dios, que nos llama a convertir nuestro corazón y acoger su palabra con sencillez.