Mtro. A. Gabriel Orihuela Escobedo • Docente Plantel Guadalajara
Ser empresario en México es una actividad de alto riesgo. Es imposible no reconocer el arrojo de quienes ponen en juego parte de su capital –a veces, todo su patrimonio– en una aventura que puede enfrentar, desde una burocracia inaccesible, hasta las amenazas del crimen organizado.
Dicho esto, tampoco puede omitirse que, en muchas ocasiones, las condiciones de trabajo que ofrecen estos hombres de negocios distan mucho de ser las óptimas.
Por eso, me sorprendí hace unos días cuando representantes del sector empresarial –y algunos del social y del obrero– participaron en una rueda de prensa para denunciar las pérdidas que había dejado en Jalisco la estrategia del gobierno federal para combatir el robo de gasolina.
Mi admiración no era resultado de los casi 5 mil millones de pesos en la que los empresarios tasaron las afectaciones. Ese daño, de demostrarse cierto, es muy grave. Pero mi asombro vino del reconocimiento de situaciones que en otro contexto no se habrían tocado.
Por ejemplo, el presidente del Centro Empresarial de Jalisco, Mauro Garza, declaró que alguien que había pasado parte de su tiempo haciendo fila en una gasolinera, “sabemos que está cansado, sabemos que está desgastado, sabemos que está enojado, pues obviamente sabemos que esa persona no será productiva”.
Que el representante del sindicato patronal sepa que un trabajador cansado es poco productivo es importante porque México es el país de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos en el que más horas se trabaja: 2,257 al año. Los alemanes laboran 1,356 horas en ese periodo.
Por otra parte, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) midió que, al tercer trimestre del año pasado, 15 por ciento de los mexicanos trabajó más de 48 horas a la semana, es decir, por arriba de la jornada permitida por la ley.
Paradójicamente, en esa rueda de prensa también se reconocieron los bajos salarios de muchos jaliscienses. Alfredo Barba, secretario general de la Federación Regional de Obreros y Campesinos, confirmó lo que unas horas antes había admitido el presidente del Consejo Regional Gastronómico del estado, Mauricio Servín: que hay empleados con un salario tan bajo que dependen de las propinas de sus clientes.
El mismo INEGI indica que el año pasado, 66 de cada 100 jaliscienses ganaban menos de 7 mil 952 pesos al mes; de hecho, seis de ellos obtenían apenas 2 mil 650. Por no hablar de que 30 de cada 100 trabajadores no reciben prestaciones y de que 41 de cada centena tampoco tienen acceso a instituciones de salud.
Los presentes se quejaron también de que los trabajadores destinaban a las filas tiempo que podían dedicar a sus familias, pero nadie comentó que el observatorio Jalisco ¿cómo vamos? documentó que los tapatíos dedicamos 1.6 horas diarias a transportarnos, y que hay quienes tardan hasta 3 horas al día, lo que “podría invertirse en otras actividades de recreación, ocio y convivencia familiar que tanto hace falta”.
Y eso que Augusto Chacón, director de ese observatorio, estaba entre quienes tomaron la palabra; como también estaba Daniel Curiel, coordinador del Consejo de Cámaras Industriales, quien no está de acuerdo con la construcción de una línea 4 del Tren Ligero a Tlajomulco, que llevaría de una manera mucho más rápida y digna a sus centros de trabajo a algunos de esos empleados. La razón: es muy caro, así que mejor construir un Macrobús.
Pero veamos al futuro: si representantes empresariales, sociales y obreros ya están tan sensibilizados respecto a los problemas de los trabajadores, seguro que este año veremos avances notables a favor de los empleados. Enhorabuena, pues, por esta ola de empatía.
¿O sólo la vamos a ver cuando sirva para criticar al gobierno federal?