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DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN 12, 44-50

Yo he venido al mundo como luz.

Querida comunidad es un gusto saludarlos y desearles que, junto con un buen café, disfruten este día, y qué mejor manera que dejándonos iluminar por Dios.

Hoy Jesús, el hijo de Dios, que ha venido a salvarnos, se presenta como luz, Él es la luz del mundo. Pero cabe preguntarse: ¿También soy luz? ¿Puedo ser luz para los demás? Claro que sí, pero no se compara con la luz de Dios. Nuestra luz humana es como la de la luna. La luz de la luna ilumina las noches, pero es evidente que no como el sol, y según la fase lunar ilumina con menos intensidad. Y así nos pasa, somos inconstantes en ser luz para los demás.

Por cierto, la luna no tiene luz propia, cuando ilumina es porque refleja la luz del sol. Así también nosotros cuando somos luz para los demás estamos reflejando algún aspecto de Dios: la bondad, la belleza, la misericordia. Y de hecho esa es la experiencia de la vida eterna, la luz que no tiene ocaso, ser en Dios y con Dios.

Es esa la experiencia de los santos y la que todos esperamos vivir en el cielo. Cabe hoy entonces reflexionar: ¿Procuro ser luz para los demás o vivo sumido en la oscuridad? ¿Me he dejado iluminar por Dios? Dejemos primero que Dios sea luz para nuestra vida para así poder ayudar verdaderamente a los demás.

¡Feliz miércoles!