Nuestros pensamientos no son los pensamientos del Señor, nuestro razonamiento y lógica mundana no encaja en lo que el Señor quiere, y un ejemplo muy claro se nos presenta en este relato, donde vemos como los mismos discípulos muestran una actitud contraria a las enseñanzas del maestro, y Jesús al ver que no comprendían lo que les acababa de decir, no dudó en hacerles la invitación a ser humildes y pequeños como los niños, porque la verdadera grandeza de una persona no se mide en el poder que se pueda tener o en los títulos que se lleguen a obtener, sino que habla de esa grandeza que se logra en cuanto que buscamos tener un encuentro cercano y constante con el Señor, en el servicio y entrega que es lo que realmente hace que una persona sea grande.
Este Evangelio nos invita a buscar en nuestro caminar del día a día ser semejantes al Señor, según su modo de obrar y actuar, irnos configurarnos con él, pero siendo conscientes de que a nuestras fuerzas no podremos lograrlo, sino que es necesario apoyarnos en él, dejándonos conducir por él haciendo su voluntad.