En este evangelio se nos muestra que la Ley de Moisés es conocida por Jesús y que en su tiempo se cumplía al pie de la letra, perdiendo el verdadero sentido de la misma, que era ahogada en el solo cumplimiento y en el legalismo.
Descubrimos en este mensaje que al decir que Jesús no ha venido a abolir la ley, es porque deja en claro que las leyes no son para condenar y despreciar al hombre, sino que las leyes son para el hombre y su beneficio, es decir, que Jesús se centra en la persona, y deja en claro que es más importante hacer el bien, mirar al hombre y atender sus necesidades, antes que la ley misma, pues estas, más que liberar al hombre, le hacen sentir que lleva sobre sus hombros una carga muy pesada que termina convirtiéndolo en esclavo.
La enseñanza central que este evangelio nos deja es, que las leyes civiles y las leyes de Dios deben ser para nosotros una ayuda que nos lleve a vivir en el amor y la verdad.
Pidamos al Señor su asistencia por medio del Espíritu Santo para que no seamos hombres y mujeres que, por ser cumplidores de normas, dejamos de lado lo que es más importante y grato a los ojos de Dios y es, que en nosotros los demás puedan ver y sentir la compasión y el amor que Dios tiene por cada uno.
