El mensaje de este evangelio nos narra ese momento de despedida de parte de Jesús, pues bien sabe que pronto irá a la muerte, y al mismo tiempo les manifiesta también el deseo que tenía de haber dado a conocer más cosas, sin embargo, deja un mensaje de esperanza para todos ellos, mismo del cual nosotros nos debemos de llenar de alegría, pues todo esto que Jesús ha querido compartir a sus amigos, el Espíritu de Dios que habita en nosotros nos lo ha dado a conocer. Este Espíritu se caracteriza por ser quien acompaña, guía y fortalece y nos guía por la verdad, nos reconforta en los momentos de prueba y es también el que completa en nosotros la misión que Cristo tiene ya pensada para cada uno, pero de nosotros depende si dejamos que su Espíritu nos ilumine nuestro caminar. El Espíritu se encarga de darnos la vida, pero también de renovárnosla, ya que es el que nos mueve a actuar y obrar bien, nos impulsa a compartir el pan y nuestros dones, es decir, nos transforma y saca de nosotros siempre lo mejor, y es así cuando podemos decir que el espíritu Santo se hace carne en nuestra sociedad.
Pidamos al Señor el don de poder escuchar su voz y de abrirnos a su voluntad, para que movidos por este Espíritu podamos salir al encuentro de los que no le conocen y que con nuestras obras demos testimonio del amor que Dios nos tiene.
