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¿El despertar de Latinoamérica?

Pbro. Lic. Armando González Escoto • Director de Publicaciones del Sistema UNIVA

 

A partir de las manifestaciones de los “chalecos amarillos” en París, se han sucedido tanto en ciudades europeas como de Asia y América Latina una serie de levantamientos populares cuyo común denominador ha sido la violencia desatada, ¿cómo explicarlo?

A nivel socioeconómico, los regímenes de derecha prometieron una sociedad de bienestar, tema común en Europa, pero que en América Latina derivó a sistemas neoliberales que apostaron al enriquecimiento de unos pocos siguiendo la teoría del “tinaco”, es decir, una vez que la riqueza se acumula en algunos, se derrama sobre todos los demás automáticamente, teoría desmentida por el premio nobel de economía J. Stiglitz desde hace ya casi dos décadas.

Los gobiernos se uncieron a este sistema a cambio de reconocimiento diplomático y nuevos préstamos, que se obtuvieron sujetando la administración del bien social a las normas que recibían de las entidades financieras mundiales, entre las cuales se incluye el drástico recorte a todos los programas sociales.

Entre tanto la mercadotecnia del capitalismo neoliberal no ha cesado de mostrar a ricos y pobres la infinitud de espacios, cosas, lugares y condiciones que puede lograr si tienen dinero. Pero la misma gente ha podido constatar que esas superiores formas de vida no son para los pobres, sino para quienes tienen el control del “tinaco”. El resultado ha sido un profundo resentimiento social y una gran frustración, ni la izquierda ni la derecha han podido hacer realidad esos sueños, además desproporcionados, que les fueron prometidos.

Los gobiernos de izquierda prometían lo mismo, pero a un costo más alto que ha pasado por toda clase de dictaduras y al final todo quedó en un reparto populista de recursos a las masas sociales, lo cual les ha permitido más o menos sobrevivir, tanto a la gente como a los gobiernos, toda vez que éstos, al apoyarse en los pobres, se apoyan en las mayorías; sin embargo, tampoco ha bastado, como se puede deducir de las protestas e inconformidades sociales en Nicaragua y en Bolivia.

La poderosa lucha hegemónica que vivimos entre Estados Unidos, China y la Unión Europea ha producido escenarios negativos para las economías latinoamericanas, algunas de las cuales han favorecido la inversión china, sobre todo porque ésta carece de cláusulas intervencionistas.

Esta violencia social sudamericana no ha llegado a México, en parte porque el actual gobierno está dando respuestas a las masas sociales, cosa que no advierten quienes ciegamente critican y sabotean dichas acciones; y sin embargo, tampoco esta política es una solución a largo plazo, en cierto modo estaríamos repitiendo esquemas que ya fueron ensayados en otros países con poco éxito o ninguno, acciones que calman los ánimos sólo por un tiempo, pero si ese “tiempo” no se aprovecha para construir soluciones integrales y de mayores horizontes, sólo estamos posponiendo la violencia que vemos en otras partes.

Nuestra actual violencia mexicana es delincuencial, por un lado, y anárquica, aunque bien pagada, por otro; en todo caso, el hartazgo de la sociedad no va contra el sistema económico y político en ensayo, sino contra la corrupción y la impunidad que se afanan en proseguir.

 

 

Publicado en El Informador del domingo 8 de diciembre de 2019