El Reino de los cielos exige esfuerzo, y los esforzados lo conquistarán.
Espero que en estos días festivos no dejemos de gozar de la presencia de Dios. Continuemos esforzándonos por dejar todo aquello que nos estorba: la soberbia, el egoísmo, la vanidad, la falta de sinceridad, la falta de generosidad y la falta de caridad. La única manera de amar a Dios en la eternidad, en esa continua y permanente suma de amor, es esforzándonos en el día a día; haciendo simple y sencillamente lo que podemos hacer. Dios no nos pide que hagamos todo, quiere que lo hagamos todo juntos, en comunión con Él. Es por eso que debemos pedirle su ayuda, haciendo a un lado la soberbia que nos susurra que lo rechacemos con indiferencia y, por otro lado, dejemos atrás esa voz que nos dice que no se puede.
Pidamos la intercesión de María para que nos ayude a mantenernos en su regazo, abrazados y siempre cerca de su Hijo, que ya llegó y vendrá para darnos la vida que nos tiene prometida.