“Estén listos, con la túnica puesta y las lámparas encendidas”
Te invito a recordar algún momento en el que hayas recibido el amor de Jesús…
Sin duda el amor de Dios no tiene medida y esto lo debemos de tener presente, que nuestros pecados no son más grandes que el amor, que la cruz, que Dios mismo. Podrías repetir en tu interior: “Recordar mi pasado debe de recordarme cuan amado soy de Dios”, y así como nos dice san Pablo en la primera lectura: “el don de Dios supera con mucho al delito”. Esforcémonos, pues, por hacer valer la pena tal sacrificio en la cruz y situémonos en ese momento en el que lleguemos a la casa del Padre: “Dichosos aquellos a quienes su señor, al llegar, encuentre en vela”.
Que, por la intercesión de san Antonio María Claret, busquemos siempre la voluntad de Dios en todas las cosas y trabajemos generosamente por mantener nuestra vela encendida de la fe, la esperanza y caridad.