Dios envió a su Hijo al mundo para que todo el que crea en Él tenga vida eterna.
Espero que estén disfrutando de un hermoso momento de reflexión mientras compartimos un delicioso café juntos. Hoy, nos sumergimos en las palabras del Evangelio según San Juan 3, 16-21, donde se nos recuerda el profundo amor de Dios por nosotros al enviar a su Hijo al mundo para ofrecernos vida eterna.
Pero, ¿qué significa realmente esa vida eterna de la que se habla? En las Sagradas Escrituras, el verbo «creer» va más allá de simplemente «saber» o «entender». Implica involucrar todo nuestro ser, desde lo más profundo de nuestro corazón hasta cada aspecto de nuestra existencia. Por tanto, no es suficiente decir «creo» con los labios, sino que implica comprometernos con toda nuestra vida.
Dios se nos presenta como la esencia misma de la vida, el amor y la verdad. Por lo tanto, la vida eterna se encuentra en establecer una relación íntima y cercana con Él, quien es el fundamento de todo lo que es bueno y verdadero. Aquellos que voluntariamente rechazan esta vida, este amor y esta verdad, se condenan a sí mismos. La verdadera salvación radica en orientar nuestra vida hacia Dios y aceptar su amor y su verdad.
Que la gracia de la Pascua nos inspire a reconocer lo que realmente importa en nuestras vidas y a unirnos a Dios con un sincero espíritu de unidad. Que cada sorbo de este café nos recuerde el amor infinito que Dios tiene por cada uno de nosotros.
