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Pbro. Lic. Armando González Escoto • Director de Publicaciones del Sistema UNIVA

 

Uno de los grandes éxitos que ha tenido ya el movimiento feminista, ha sido el de hacer que todo mundo muestre sus cartas y exhiba sus argumentos, pero una de sus grandes derrotas es su incapacidad, hasta el presente, de liderar un verdadero diálogo que aclare los términos, los conceptos, las estrategias, los objetivos, que separe lo que indebidamente se ha mezclado e impida que se den conflictos donde no debe haberlos.

La impunidad y la corrupción no es algo que solamente hiera a las mujeres. Los feminicidios son graves pero también la desaparición forzosa, el tráfico de personas y el abuso y explotación de menores, unido todo a la imparable delincuencia que golpea lo mismo a los pobres que a los ricos, a los hombres que a las mujeres, a los adultos y a los niños a lo largo y a lo ancho del país, y ante todo este drama, la respuesta del gobierno es “abrir carpetas de investigación” que nunca se cierran, crear nuevas comisiones que no funcionan, elaborar nuevas leyes que no se aplican, y seguir ganando un salario que no se merecen. Probablemente el gobierno ha advertido el potencial que este movimiento tiene para producir una verdadera sublevación social que englobe todas las causas que en el momento presente aquejan a la sociedad, y que son atribuibles a la incapacidad permanente de las autoridades para dar respuestas efectivas y no meros discursos y complicados análisis estadísticos.

Dice el viejo dicho que “cuando el sabio apunta al cielo el tarugo mira al dedo”, y ocurre cuando lejos de mirar el conjunto de la problemática que verdaderamente afecta a las mujeres, nos detenemos en aspectos particulares o buscamos desviar la atención con asuntos que de momento no están a discusión. Pero es que eventualmente incluso quienes con toda legitimidad defienden esta causa caen en el error de mezclarla con otros temas enturbiándolo todo. Al final todo se degrada a una serie de provocaciones, donde las posturas extremas buscan adueñarse de la palestra creando un alborotado “San Quintín”.

¿Acaso las madres que lloran a sus hijos perdidos o asesinados estarán de acuerdo en que su dolor y su tragedia sean usados para favorecer el aborto, o la guerra de sexos? ¿La defensa de la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, incluye la confusión de aptitudes propias de cada género? ¿Estar en contra del aborto supone cerrar los ojos ante una cultura social que todo el tiempo ha sometido y despreciado a la mujer? ¿La violencia contra la cual se lucha, legitima la violencia con la que se lucha? Y quienes están en contra del paro ¿qué han hecho para que no se dieran las causas que han llevado a este movimiento?  La omisión que en todos estos temas han mostrado las instituciones explica muy bien la fragmentación social y el dispararse de todas las causas sin orden ni concierto, quizás por lo mismo, sin poder lograr mejores resultados.

¿No sería el momento de que todos asumiéramos con honestidad la problemática nacional y, como dijera el Papa Juan XXIII, buscáramos más lo que nos une que aquello que nos divide?

 

Publicado en El Informador del domingo 8 de marzo de 2020