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Crisis ambiental y su relación con la inseguridad alimentaria

Mtro. Pedro I. Godínez Martínez • Docente de Ciencias de la Salud UNIVA Plantel Vallarta

 

El Institute for the Future (IFTF) y la Organización de las Naciones Unidas (ONU), han indicado en los últimos años que la crisis ambiental es la principal problemática de la humanidad para el siglo XXI. La cual está compuesta por una serie de sub-crisis, tales como: 1) la contaminación del aire, 2) la escasez y contaminación del agua, 3) la pérdida de materia orgánica y contaminación del suelo, 4) la pérdida de biodiversidad, 5) la extinción masiva de especies, 6) el irreversible cambio climático, y 7) el calentamiento global. Cada una de ellas, conlleva una serie de complejas consecuencias biológicas y sociales, como la inseguridad alimentaria.

Se estima, que para el 2050 habrá más de 9 mil millones de personas en el planeta; con lo cual, se deberá producir más del 50% de los alimentos que fueron necesarios en 2010. Siendo así, y aunado al actual modelo de agricultura convencional, intensiva, de monocultivos y agroquímicos, seguirá habiendo deforestación de bosques y selvas (principalmente tropicales) con su respectiva desertificación y contribución a las sub-crisis antes mencionadas.

Mientras los esquemas de producción y consumo alimentario sigan como hasta ahora, seguirá habiendo desnutrición, malnutrición y enfermedades crónico-degenerativas de etiología alimentaria, tales como la obesidad, diabetes mellitus tipo 2, hipertensión arterial, dislipidemias y cáncer. Esto quiere decir, que mientras sigamos consumiendo el doble de proteína proveniente de las carnes (primordialmente de res), mientras sigamos desperdiciando nuestros alimentos, y mientras sigamos prefiriendo los alimentos ultra-procesados (sobre todo de importación), estaremos incrementando nuestros requerimientos de agua, energía, combustible y trabajo de forma insostenible.

Si algo tienen en común el medio ambiente y la salud, es que ambos se benefician con estilos de vida y dietas que basen su contenido proteico en alimentos de origen vegetal (como las leguminosas, algunos cereales y oleaginosas), y cuyos alimentos sean adquiridos frescos provenientes de las mismas localidades; que se fomente la actividad física y el ejercicio deportivo, y que regresemos a las microeconomías donde se conozca el origen de nuestra comida. Comida que, por cierto, provenga de agricultores y ganaderos que utilicen métodos de pluricultivo, con rotación de los mismos, se respeten los ciclos naturales de crecimiento y haya un control biológico que preserve la biodiversidad del ecosistema donde se siembre; es decir, un sistema de agricultura orgánica sustentable.

Esto último, es todo un debate actualmente en la Organización para la Agricultura y Alimentación de las Naciones Unidas (FAO), pues implica esfuerzos multisectoriales de largo plazo. Mientras que la mayoría de los países occidentales tienen gobiernos cuyos periodos duran pocos años, derivando en políticas cortoplacistas y algunas veces con conflictos de intereses.

Mi propuesta es desde el plantel de Puerto Vallarta, ir analizando algunas de estas problemáticas alimentarias a lo largo de los próximos meses. Problemáticas, como la pérdida de soberanía alimentaria; la (in)sostenibilidad de la dieta; nuestras pequeñas grandes contribuciones al mejoramiento de la salud y medio ambiente; la importancia de fomentar buenos hábitos alimentarios, del sueño y del ocio; la relevancia del nutriólogo en el equipo interdisciplinario de la salud; el desperdicio alimentario; la revalorización de la comida tradicional mexicana; y algunos casos icónicos del buycott.