El mensaje de la buena noticia que hemos recibido y que se hace vida en nosotros es para compartirlo. Los cristianos estamos llamados a ser portadores de ese mensaje de salvación, tenemos el deber de darlo a conocer, porque la buena noticia es para compartirla y no para ocultarla o apagarla. El Señor nos llama, nos saca de la oscuridad de las tinieblas, se nos revela y después de haber sido iluminados por la luz de la verdad, nos envía a nuestros hermanos para hacer presente con nuestras obras su presencia en este mundo.
La función de una vela es consumirse para iluminar una habitación y nuestra vida de igual forma, si no se da a los demás pierde el verdadero sentido, por tanto, dejemos que Cristo sea quien ilumine a los otros en nuestra persona, aunque esto implique sacrificio, duda o sintamos miedo de quedarnos al final sin nada. Pidamos hoy al Señor que nos conceda el valor de no tener miedo de poner nuestros dones y talentos al servicio de Reino de Dios y seamos luz y esperanza para todos con quienes nos encontraremos en este día.