Skip to main content

Recuerdos de Mussolini

Mtro. Miguel Camarena Agudo · Gestor de contenidos y Encargado de Corrección y Estilo, Sistema UNIVA

 

Me parece que estamos entrando en una fase de la historia en donde los problemas sociales, económicos y políticos, abruman a la mayoría de las personas. Probablemente, se deba al estallido de las formas y formatos en que los medios masivos de comunicación han vuelto todo más explícito. Pero, pienso que de todos los problemas que aquejan a las personas, el más cercano y real, es el del trabajo. No hace mucho hablaba con un amigo que labora para una transnacional en Monterrey y me decía que si por él fuera ya hubiera renunciado. En años pasados tuvo un severo problema en el estómago, además de un recurrente insomnio, el médico le comentó que todo era producto del estrés, un guiño absoluto a Fight Club.

He charlado con más personas y me he dado cuenta de que se sienten infelices en su trabajo y lo externan constantemente, quizá como forma de catarsis; lo verbalizan un tanto como liberación, ya lo decía Žižek: nos sentimos libres porque no poseemos el lenguaje para articular nuestra esclavitud. ¿Cabría agregar?: “nos sentimos felices porque no poseemos el lenguaje para articular nuestra infelicidad”. No lo sé. De lo que sí estoy cierto, es que la liberación de la frustración laboral, su sublimación, es algo que evita muchas atrocidades, si no imagínense, cuántos relatos salvajes hubiera, como sucede en un cuento de Francisco Rojas González, en donde los dueños de una fábrica que celebraban la Navidad, fueron dinamitados por los obreros. Desde luego, Rojas González nos cuenta lo que sucedía en otros tiempos, ahora el trabajador está amordazado, está solo, no tiene una unión con sus iguales, por ende carece de una consciencia de clase; de ahí que quede tan vulnerable a una violencia económica y psicológica, practicada por su superior o superiores, la cual es incluso más efectiva que la física, pues le enferma lentamente hasta dejarlo discapacitado, no solo para trabajar, sino también para vivir.

Existe una pandemia, sí, y no es por Covid-19, es producida por el trabajo mal remunerado, la falta de posibilidades de crecimiento, el anquilosamiento personal, el ninguneo; violencia, tras violencia,  al fin y al cabo, de la misma que hablaba Bukowski, el santo patrono de los desahuciados, al final de un poema titulado «El hombre del piano»: Así sucede/ casi en todas partes/ con todos y con todo/ tan violento/ como cuando en las altiplanicies/ se incendia el negro cisne. En México, según un artículo de Forbes, basado en un informe de Salud Ocupacional, el 85 % de las empresas tiene un ambiente tóxico y una de las principales recomendaciones dadas por el organismo para tener empleados comprometidos, es trabajar primero con los CEO.

Dejando los estudios y tomando en cuenta las voces que desde el subsuelo retumban, podemos identificar cómo a partir de las conductas de muchos jefes, el fascismo se ha trasvasado a los centros laborales, entendiendo superficialmente por «fascismo» lo que la RAE nos menciona: Actitud autoritaria y antidemocrática que socialmente se considera relacionada con el fascismo. Todo lo repudiado de Mussolini, Hitler, Pinochet, Franco, Somoza, Batista; la violencia, la manipulación y la hipocresía se siguen practicando. Uno de los libros que criticaron al fascismo en el siglo pasado fue la Rebelión en la granja de Orwell, el personaje principal, el cerdo Napoleón, tiene las siguientes características: se siente el más inteligente, el mismo que ajusta a su arbitrio las cosas a modo y conveniencia, violando los derechos de los demás animales, se beneficia del usufructo, inteligencia y talento de otros, incluso usurpa las ideas y estrategias de Snowball. Napoleón no trabaja, solo ordena y supervisa, la repartición de las ganancias y de los beneficios económicos es desigual, reprime el pensamiento crítico, criminaliza la crítica y la libre expresión, promete beneficios colectivos, pero a cambio aumenta las cargas laborales ofreciendo lo mismo y a veces hasta menos, sus medidas siempre son engañosas y en beneficio de él, argumentando que la cosas se decidieron así: «por el bien de los demás». Solapador del robo, real o figurado, porque no hacer nada y recibir un beneficio, también es un robo, como sucede con algunos de sus allegados en el relato. Inquisidor de la valentía y promotor de la lealtad a ciegas, así como de la sumisión absoluta. Siempre tiene la razón. Censura y descalifica a los que le confrontan. Si fracasa por sus ideas y acciones, él no es culpable, son los demás animales, incluso el propio Snowball, quien fue exiliado de la granja. Todo esto es representado por Orwell en esa enorme fábula. La verdad es que las coincidencias con la vida real, nos dan mucho qué pensar. Desde luego, el tema del poder es tratado por Orwell, un poder que reafirma la ineptitud, la estupidez, la tiranía.

Una de las diferencias entre los fascistas del pasado y los fascistas laborales de hoy, que pudiera reconfortar a algunos, es que los primeros para irse tenían que morir, y los segundos se jubilan. Pero, así como el trabajo enferma a muchas personas, como lo he mencionado incipientemente al inicio, el poder también lo hace con sus detentores, los deshumaniza, les mutila el alma y el corazón, como sucedía en el Señor de los anillos de Tolkien.

Siguiendo a Unamuno, el poder actual no convence, porque para ello hace falta la razón, y desgraciadamente, sus representantes carecen de ella en muchos de los casos. Esa es su más grande miseria. Con todo esto, es mejor tener una actitud sartriana, que si bien, no se puede elegir la situación (por el momento), sí, elegirse en situación; ese pequeño intersticio de libertad por donde se cuela la vida. La vida que siempre es más grande que el trabajo, la escuela, el Estado, y en general todas las instituciones que gobiernan; la vida que está lejos de ellas, que está en la casa, en el barrio, en el campo, en la playa, en la calle.

 

Ninguno de nosotros tendría algo por lo que vivir si no tuviéramos algo por lo que merece la pena morir.

 Anthony Giddens

 

Comunicación Sistema UNIVA

Author Comunicación Sistema UNIVA

More posts by Comunicación Sistema UNIVA