Mtra. María Ana Rábago Agredano, Ciencias de la Comunicación, Lenguajes y Multimedia • Plantel Guadalajara #LíderesDeOpinión
Cuántos videos se mueven en redes sociales promoviendo la solidaridad, que hacen reflexionar y a veces logran generar “un nudo en la garganta”. De inmediato son compartidos, ¿cierto? En ese tenor, ¿sentimos impotencia respecto a los niños con cáncer?, ¿perturba el maltrato y la violencia intrafamiliar?, ¿el bullying?, ¿las injusticias de género?
¿Cuánto se dice?, pero… ¿cuánto realmente se hace? En las aulas se debate esta diferencia y se defiende que al “compartir”, ya se está haciendo; mientras quede en redes sociales o en una nota periodística, todo permanece en el plano del lenguaje y eso significa, sólo “decir”.
Por qué cuesta tanto trabajo tomar acción por causas en las que se cree, si por naturaleza el ser humano es altruista, tal como lo confirman diversos estudiosos e investigadores dedicados a esto. Robert Sussman en su libro Orígenes del altruismo y la cooperación, publicado en 2011, destaca que el altruismo le es inherente a los humanos desde su origen primate.
En el caso de un desastre natural, por citar el ejemplo, se conoce qué hacer, cómo estar informados y cómo ayudar. Diferente es tomar la iniciativa para asumir una causa y se abandona mayormente por no contar con recursos económicos o por no tener suficiente tiempo.
Esta concepción surge porque en revistas de negocios, sociedad y política, aparecen artículos y fotografías con personajes destacados en este terreno, como Carlos Slim, Alfredo Harp, Pepita Serrano, Angélica Fuentes, Lorena Ochoa y podemos seguir… todos ellos tienen un perfil que no es muy cercano al grueso de la población.
De acuerdo a cifras publicadas en 2015 por la revista Mundo Ejecutivo, el altruismo en México se ha denominado como “el tercer sector” pues genera alrededor de 500 millones de pesos diarios. En ese mismo año, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) informó que 1 millón 228 mil personas, colaboraron como voluntarios en instituciones privadas dedicadas a este fin y que, en términos generales, el Producto Interno Bruto (PIB) de las organizaciones no lucrativas (públicas y privadas) fue de 424 mil 181 millones de pesos (incluyendo la valoración económica del trabajo voluntario), lo que representó el 2.7% del PIB total del país.
El trabajo mediático de esas organizaciones y fundaciones, ha desviado la concepción de la tarea del altruismo exclusivamente a grandes eventos para recaudar fondos, pero, sin quitar mérito a quien lo hace, esta acción va más allá: es ofrecer tiempo, conocimientos, proyectos, habilidades y trabajo solidario en vías de mejorar condiciones de vida de todos, incluyéndonos.
Involucrarse en una causa otorga un sentido a la vida, basados en un poder positivo capaz de transformar el entorno, estos sentimientos aumentan la autoestima, satisfacción y orgullo, logrando fortalecer al ser humano.
Dar el primer paso no es tan sencillo, pero por qué no unir afinidades con un grupo o sumarnos a una causa que ya opera y una vez empoderados, iniciar otra propia. Lo único que nos falta es un empujoncito.
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