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Narcocultura e Imaginarios Sociales: La mitológica aspiración de pertenecer al cártel

Luis Eduardo Ayala Salazar · Egresado de la Maestría en Educación, UNIVA La Piedad. Coordinador de la Unidad de Análisis de Incidencia Delictiva del Secretariado Ejecutivo del Sistema Estatal de Seguridad Pública de Guanajuato.

 

6:00 a.m., suena la alarma, queremos posponerla otros cinco minutos, pero recordamos lo qué paso la última vez. No, no volveremos a repetir esa experiencia. Con pesadez salimos de la cama dirigiéndonos a la cocina para hacernos el desayuno, que devoraremos más tarde en nuestro lugar de trabajo, estudio u ocio.

Mientras preparamos nuestro manjar, para no abrumarnos con el silencio de la madrugada, se nos ocurre poner el noticiero matutino, este abre con una mesa de analistas, los cuales discuten sobre los hechos violentos acontecidos el día anterior, no sabemos cuál de todos, pues la charla ya estaba avanzada y nuestra somnolienta atención solamente se centra en tostar perfectamente la torta. Sin embargo, algo nos saca de nuestro letargo.

Uno de los analistas comenta:

Es importante generar proyectos de prevención para jóvenes vulnerables, donde se les concientice y dejen de idealizar la vida dentro de los cárteles, pues la mayoría opta por unirse a las filas de la delincuencia organizada por el dinero que se les ofrece, pensando que por esos pagos tan exorbitantes se harán ricos, sin importar el tiempo que van a vivir.

Esta afirmación nos deja pensando, ¿tiene razón el panelista?, ¿realmente es voluntaria la afiliación de jóvenes a carteles de la delincuencia organizada?, ¿ese señor es el experto?

Respondemos a estas preguntas; la primera es un no, a riesgo de ser refutados, pues hasta la fecha no hay estudios claros que muestren la decisión de los jóvenes de alinearse a la delincuencia organizada por sus formas de vida o movilidades sociales, lo único con lo que se cuenta son entrevistas aisladas a miembros o exmiembros de este tipo de organizaciones con fines mediáticos y los productos propios de la narcocultura donde se muestra la forma de vida de los miembros de la delincuencia organizada (DO) como opulenta y llena de excentricidades, esto a primera vista y empapados de narcocultura nos hace afirmar que los jóvenes en situaciones vulnerables aspiran a esto, pero más adelante intentaremos desarrollar este tema.

La segunda pregunta también la respondemos negativamente, pues, de acuerdo al estudio Niñas, niños y adolescentes reclutados por la delincuencia organizada de REINSERTA, se estima que del 2000 al 2019, 31,000 niñas, niños y adolescentes han sido reclutados por la delincuencia organizada (REINSERTA, 2019), la Comisión Nacional de Derechos Humanos en 2015 calculó que 30,000 niños, niñas y adolescentes habían sido captados por grupos delictivos en nuestro país y en 2018, dicha cifra se elevó a 460,000 (CNDH, 2019).

Por otra parte, en el reporte Reclutamiento y utilización de niñas, niños y adolescentes por grupos delictivos en México de la Red por los Derechos de la Infancia en México (REDIM) y el Observatorio Nacional Ciudadano (ONC), se observa: Entre 145 mil y 250 mil niñas, niños y adolescentes estaban en riesgo de ser reclutados o utilizados por parte de grupos delictivos en México durante 2020 (REDIM & ONC, 2021).

Y ya para finalizar con los datos, de acuerdo al Registro Nacional de Personas Desaparecidas o No localizadas (Comisión Nacional de Búsqueda, 2023) del 2000, a lo que va de 2023, 14 mil 372 menores de 0 a 17 años están desaparecidos, si bien este último dato no lo podemos relacionar al cien porciento con el reclutamiento de la DO a niñas, niños y adolescentes, es una variable independiente que puede funcionar en el engranaje para entender este fenómeno.

Ya con el conocimiento de estos datos y con la necesidad de profundizar, surge la última pregunta, ¿por qué seguimos pensando, analizando y discutiendo acríticamente la aspiración de los jóvenes vulnerados pertenecer a los grupos de la DO?

Fundamentalmente, por la distancia existente entre la dinámica real de la delincuencia organizada y nuestra vida cotidiana, es muy probable que los que reflexionamos sobre estos fenómenos hayamos tenido un mínimo o nulo contacto con estas organizaciones, entonces lo único que nos queda es la narcocultura y su mundo simbólico, es en este terreno donde aparece el mito (Astorga, 2004).

La narcocultura entendida como ese entramado simbólico donde se exalta la forma de vida y las relaciones de los traficantes de drogas (Gómez & Figueroa, 2013) nos atraviesa a todos, incluso a quienes la consumimos indirectamente, pues, con las redes sociales y el auge de los corridos bélicos, este tipo de productos culturales se encuentran por todos lados, no hay forma de escapar.

La difusión constante y masiva de los narcocorridos, cuya narrativa gira en torno a la movilidad social de la pobreza a la riqueza después de entrarle al negocio, sumado a la gran producción de series, documentales y películas donde se subraya la fortuna de los históricos capos del narcotráfico, a pesar de sus orígenes humildes, va generando aceptación en la sociedad mexicana, se van creando imaginarios sociales (García, 2019), en los cuales se considera aspiracional pertenecer a la DO para tener una vida mejor, sin embargo, no dejan de ser ideas míticas, productos de un mundo simbólico específico.

Afirmar como real el deseo y las aspiraciones de jóvenes vulnerados para ser miembros de la DO, es hacerlo desde esta lógica mítica, creada por la narcocultura que nos rodea, y, además, de mostrarnos acríticos, también corremos el riesgo de criminalizar a este tipo de población, pues ellos por sus deseos deslumbrados pueden ser los futuros criminales. Tampoco es factible “des-idealizar” a las figuras mitológicas de la narcocultura, pues esta seguirá ensalzando a sus “héroes” como lo hacen los mitos clásicos, y la seguiremos consumiendo por las lógicas del capitalismo y del mercado.

Lo que sí podemos hacer es desmitificar nuestro pensamiento, aceptar que, a pesar de no ser consumidores directos, la narcocultura está interiorizada y genera logos preestablecidos, puntos de partida acartonados y determinados, lugares comunes en el análisis social donde no se analiza lo real sino lo mítico.

Como sugerencia, habría que partir que nadie, ningún joven, niña, niño o adolescente, aspira realmente a ser miembro de la delincuencia organizada, y, en lugar de eso, analizar sobre los reclutamientos, la desigualdad social estructural, donde grupos poblacionales están siendo constantemente vulnerados, tanto por el Estado como por la delincuencia.

Y bueno, ya apagamos la estufa porque se nos quemaba la torta.

 

 

Referencias

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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