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My face es quien soy

Blanca Casian Sahagún · Estudiante de Filosofía, UNIVA Online

 

Así es, mi face, mi rostro, mi cara, refleja lo que hay en mi persona, lo exterior manifiesta lo que hay dentro: si sonrío estoy feliz, si lloro estoy triste. Cuando vemos el Facebook de una persona nos damos cuenta de sus gustos, de cómo es, expresa sus sentimientos y pensamientos… pero muchas veces los jóvenes no somos lo que realmente somos, somos como imaginamos ser, como quisiéramos ser, identificándonos con otras personas, somos lo que el mundo y los demás quieren que seamos. Seguimos modas, sofismos, ideologías, que lejos de ayudarnos a encontrarnos con nosotros mismos, nos alejan de ser quienes verdaderamente somos, perdemos o deformamos nuestra identidad, tenemos miedo a descubrirnos tal como somos, a descubrir nuestra verdad.

Así sucedió en la historia de Jorge. Jorge era un joven de dieciséis años, un día bajó al sotano de su casa, se cayó y se golpeó muy fuerte la cabeza, al despertar no recordaba nada, ni siquiera quien era él, frente a donde estaba parado había un pequeño espejo, jorge se miró y preguntó a sí mismo – ¿quién soy? – como la luz estaba apagada se dijo – soy una sombra -, prendió la luz pero el espejo cayó al suelo y se hiso pedacitos, al verse en aquel espejo roto no podía identificarse. Luego vio otro espejo grande pero cubierto con una cortina vieja (solo estaba al descubierto la parte inferior) él se vio solo los pies y no podía conocerse, veía solo una parte de su persona; quitó la cortina, observó y dijo – ¡soy yo! un hombre, soy Jorge – entonces, pasó la incertidumbre.

Podemos identificarnos con este personaje en la historia de nuestras vidas, solemos ser la sombra de alguien más o de alguna ideología, o estamos rotos por dentro o fragmentados, defendemos que “hacemos y somos lo que nos da la gana” y que no estamos influenciados por nadie más, pero en realidad eso no es así. Simone de Beavouir decía que no nacemos, nos hacemos, es decir; no somos ya algo en sí mismo sino que, nos vamos haciendo, construyendo. En parte es cierto, pero no en lo más profundo de la verdad, es por eso que de cara a tanto cambio externo e interno de la persona, no logramos ubicar quiénes somos, porque perdimos de vista lo que permanece, el ser de Aristóteles, de Santo Tomás de Aquino, y de la filosofía clásica, cubierta por las modernidades y actualizaciones. Para saber quién soy, es necesario precisamente conocer nuestro ser, nuestra realidad, porque aunque cambiante, existe “algo” que me hace seguir siendo yo.

“Ente” en latín es un participio que significa “siendo” proveniente de “ens-entis” que quiere decir “ser”, digamos que en español se trataría de un gerundio; somos siendo, el ente está siempre siendo: el ser es vida, movimiento, existencia, y en él la esencia, esencia en la que nos vamos configurando como una potencia que precisamente da lugar al cambio, potencialidad en la que nos hacemos más, o menos, nosotros mismos, pero sin perder nuestro ser, ese “soy yo”.

Si miramos dentro de nosotros mismos encontraremos la verdad de nuestro ser, con miedo, incertidumbre o duda, pero sin quedarnos en el simple “face”; ahí dentro, lo decía San Agustín, se encuentra la verdad, nuestra verdad, y en ella un ser existente listo para ser siendo, para vivir con autenticidad y libertad.

 

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