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Entre líneas: Crisis Humanitaria, Realidad Actual

Mtro. Jorge Luis Padilla Zamora · Jefe de Mercadotecnia y Comunicación Institucional, UNIVA La Piedad

¿Qué pasó con nosotros? En algún momento específico, de alguna forma que nos fue imperceptible, perdimos lo más importante de nuestra especie, lo que nos debe caracterizar de cualquier otro ser con vida; la humanidad.

Para Aristóteles, la humanidad se puede referir “al ser humano en su esencia, como animal racional, capaz del pensamiento abstracto”. Si damos esta atribución natural a nuestra especie podemos entender que aquello que nos hace diferentes de otros seres con vida, es la capacidad de entender lo que nos rodea y poder crear un criterio sobre aquello en lo que estamos inmersos; el poder definir, aunque sea en una línea muy delgada lo que es correcto e incorrecto y todas las consecuencias que esto conlleva con nuestras acciones o todo aquello que dejamos de hacer y que también provoca un impacto.

Esta capacidad de entender lo que provocamos en los otros, sin necesidad de tenerlo que vivirlo nosotros realmente, lo conocemos como “empatía”. Ese arte de entender las emociones y los sentimientos de los demás, es lo que fomenta ese acercamiento con las personas; ese desarrollo sano en un ambiente ameno provoca por ende que busquemos el bien del otro. En el “Utilitarismo” Bentham, afirma que “que aquello que nos es útil y nos hace felices de forma colectiva se puede convertir en un principio moral”. Cierto es que aquello que nos hace felices debe ser nuestra principal búsqueda en la vida, sin embargo; para poder llegar a ese nivel de desarrollo moral; es importante tener el mismo nivel de responsabilidad colectiva. Entendemos, pues que la responsabilidad colectiva, es el hecho de decidir de forma consciente y objetiva nuestro actuar, sabiendo que siempre que hacemos algo, podemos afectar o beneficiar a nuestro entorno, decidiendo siempre por lo que es mejor para todos y no solo para uno. Responsabilidad que no todos tenemos.

Existe una brecha corta en la cual se rompe esa responsabilidad colectiva, que a su vez fomenta la empatía; y que esta, por ende, al no estar presente, anula la posibilidad de tener un pensamiento racional y abstracto, impidiendo así el desarrollo de nuestra principal atribución de nuestro ser en vida, la humanidad.

En el momento en el que una persona comienza a ver más por todo aquello que le aqueja, que le incomoda, que no es bueno a su vida o su desarrollo, más allá del bien colectivo, comienza este desequilibrio humano-social; en el que no solo la supervivencia, sino también la alevosía y ventaja se expresan en su máximo esplendor.

Platón describía “El bien común”, como “la idea de tener una sociedad organizada que siempre busque la felicidad para un mayor número de personas y no la felicidad individual”, principio que fomenta el desarrollo transversal en todo su esplendor y que por medio de un pensamiento racional puede buscar favorecer a todos los integrantes de una comunidad; sin embargo, cuando perdemos nuevamente el sentido de la “empatía” perdemos el “bien común”, y, por ende, buscamos sobresalir como sea y a costa de quién sea, atentando directamente contra la humanidad, contra nuestra esencia.

Entendemos, por ende, que la humanidad, no solo es una atribución natural intrínseca, sino que es una característica que nuestra especie puede desarrollar a través del estudio y las experiencias en vida; que es más que necesaria desarrollar y que de no hacerlo provocará atentar contra su propia vida.

Hoy, son grandes los problemas humanitarios que se viven en nuestra realidad dentro de los cuales caben destacar:

· El hambre en el mundo

· Los conflictos armados

· La emergencia climática

· Los riegos a enfermedades y su atención médica

Estos 4 bastiones que engloban la mayor cantidad de problemáticas mundiales nos han roto en todos los niveles; pero identificamos, ¿cuál es la causa de estas dificultades en esencia? Nosotros mismos, los humanos. Al carecer de todos los elementos que he hablado anteriormente, fomentamos esta tempestad de problemas que resultan irreparables a corto plazo, mismos que atentan contra la humanidad, mismos que atentan contra nuestra vida, mismos que atentan contra nuestra especie.

Esta falta de empatía, este pobre conocimiento del bien común, esta nula capacidad de la responsabilidad colectiva, nos han llevado a encontrar en nosotros mismos al peor enemigo de nuestra especie, los humanos. Cuando decidimos atentar contra nuestra propia naturaleza y perdimos la capacidad racional de saber que nos hacemos daño, directa o indirectamente, es lo que ha originado esta crisis humanitaria.

Nos estamos destruyendo constantemente al ignorar nuestra propia naturaleza, estamos obviando el hecho de que ser “humanos” no solo es una definición, sino una atribución que debe distinguir nuestro desarrollo, nos estamos olvidando que si no somos humanos; no tenemos un fin en esta vida en esencia; porque, ¿qué sería de un pájaro que no puede volar?, ¿qué sería de una persona sin humanidad? Solo una especie que destinada a morir.

Comunicación Sistema UNIVA

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