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La Inclusión Social en nuestro siglo

Alejandra Leticia Esqueda Leyva ∙ Estudiante de la Licenciatura en Teología, UNIVA Online

 

En los últimos años, he escuchado y leído que se expresan y se realizan gran variedad de publicaciones sobre el tema de la inclusión social. Considero de interés abordar dicho concepto porque se encuentra dentro del ámbito de una sociedad que avanza hacia la modernidad, a nuevos retos y a formas diferentes de pensar. Pero, además, encuentro interesante realizar una reflexión profunda acerca de ello, para obtener razonamientos válidos y verdaderos más allá de un concepto superficial de inclusión y, en este contexto me parece que valdría la pena preguntarnos: ¿Realmente estamos practicando la inclusión en todos los aspectos de la vida humana, o solo nos estamos enfocando a unos cuantos de éstos? Y en cuanto a los sectores sociales, ¿estamos incluyéndolos a todos?

En un mundo moderno en que aplaudimos los avances tecnológicos porque nos permiten formas de expresión y comunicación antes inimaginables, se pueden confundir ciertos conceptos y obtener una percepción subjetiva de los temas polémicos actuales, como consecuencia del exceso de información derivado de una gran diversidad de opiniones.

En el presente escrito, pretendo hacer una reflexión acerca de lo que, bajo mi particular punto de vista, considero que sería una manera de abordar el tema de la inclusión social, abarcando en una forma más completa, el concepto de integración, en todos los ámbitos existentes.

Cada vez que escucho hablar sobre el concepto de inclusión social, me pregunto si estamos aplicando este término correctamente, o se está utilizando para referirse a cuestiones muy específicas que abarcan únicamente a ciertos sectores de la población. Por ejemplo, poco he escuchado acerca de la inclusión de las personas con capacidades diferentes, o de la integración de los marginados y quienes viven en extrema pobreza, para formar parte de una sociedad en la que gocen de condiciones de salud y educación en igual forma que los que más tienen.

A los marginados se les proporciona ayuda, pero no se les incluye; se les mantiene alejados de oportunidades de educación y empleo. Se les aleja de una sociedad de mercado que se empeña en crear necesidades de adquisición de bienes y servicios de consumo superfluos que van más allá de los bienes indispensables para la supervivencia.

Y ni qué decir de los adultos mayores. Un sector que va quedando cada vez más olvidado porque no existe, por lo menos en nuestro país, una cultura que se ocupe de formular programas de atención a sus necesidades y permitirles continuar con un estilo productivo de vida que les dignifique. El adulto mayor de nuestro tiempo ha quedado fuera del acceso a los adelantos tecnológicos, dejando rezagadas sus habilidades y conocimientos porque no encuentra la manera de aplicarlos en el sofisticado mundo moderno.

Incluir va más allá de reconocer y aceptar que todos los seres humanos somos diferentes. Es acompañar, comprender, proporcionar oportunidades, propiciar la participación de aquellos que se encuentran en condiciones desfavorables. Es atender y visitar al enfermo, al desvalido, al pobre, al anciano.

Incluir es facilitar múltiples formas de acceso a todo tipo de instalaciones para quienes presentan capacidades físicas y mentales diferentes; no solo es proporcionarles medios para obtención de atención médica, sino que significa crear espacios donde puedan desarrollar sus habilidades personales sanamente; es comprenderle, acompañarle, platicarle, enseñarle y atenderle.

Incluir es ver por los desprotegidos y oprimidos, y formular programas que les aseguren una vida digna, con acceso a la salud, a educación, a la cultura y al deporte.

Pero no esperemos que esta inclusión venga solo por una iniciativa hacia los programas por parte de las instancias del gobierno. En forma individual o colectiva, los ciudadanos podemos comportarnos solidarios con un gesto de empatía, de bondad, de generosidad, en un compromiso moral al que todos, ciudadanos y gobernantes, estamos llamados a ser partícipes y activos colaboradores.

El lenguaje inclusivo debe tener un significado de amor y de unidad entre los hombres, más que responder a un capricho por exigir el respeto a las leyes promulgadas en favor de solo unos cuántos sectores. Este lenguaje no solo debería significar la propuesta y formulación de leyes que garanticen la seguridad y la dignidad, abarcando a todos los ámbitos sociales, sino, además, llevarlas a cabo, cumplirlas y asegurarse de que realmente se ejecuten.

Solo de esta forma, estaríamos trabajando por el logro de una verdadera forma de integración social, de una manera más humana, más justa, más real, y que, además, implica el compromiso ético y moral por el que luchamos todos los hombres.

Ante lo expuesto anteriormente, considero que el concepto de inclusión debería ser analizado de una forma mucho más profunda y de manera diferente.

Enfocarse en el lenguaje inclusivo implica ser conscientes de las dificultades y necesidades de los menos favorecidos en todos los sectores: los marginados, los que sufren, los enfermos, los ancianos, los desamparados, los niños y adultos víctimas de abuso, los que presentan capacidades diferentes. Una vez entendido este concepto, a toda la población le corresponde actuar en relación y atención de todos aquellos a quienes de una u otra forma, injustamente, siendo miembros de la sociedad, se les excluye.

Las instituciones de gobierno tienen el grande compromiso de realizar la parte que les corresponde, facilitando el acceso a los medios educativos, de salud y bienestar para favorecer a todos los sectores. Pero de forma particular, en su vida cotidiana, a cada ciudadano corresponde incluir, a toda persona de bien con quien interactúe, y buscar formas de inclusión para aquellos que, de forma injusta, son apartados de una sociedad que permanece indiferente a las necesidades de aquellos que viven en condiciones menos favorables; sin duda un gran reto de la sociedad del siglo XXI, que en materia de inclusión y muchos otros términos, presenta fuertes crisis actualmente.

No olvidemos, pues, integrar en todos los ámbitos sociales al enfermo, al anciano, al que sufre, al pobre, al que es víctima de abuso, al marginado, al oprimido, para que ningún ser humano caiga en el peligro de una injusta incomprensión o el abandono, buscando sanas formas de inclusión que abarquen a todas las esferas culturales, económicas, y sociales en las que el individuo de hoy se desenvuelve.

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Join the discussion 2 Comentarios

  • I. Patricia Vega Madrigal dice:

    Muy interesante, me parece que si debemos hacer un paréntesis y contemplar todos estos temas que puntualizas en tu artículo, para que la inclusión social sea democrática.
    Muchas felicidades, querida Ale.
    Saludos.
    Atte. Paty Vega

    • expresionrd dice:

      ¡Hola Paty! Muchas gracias por compartir tu comentario, con gusto lo haremos llegar a la autora. Esperamos sigas leyendo a nuestros Líderes Universitarios. ¡Saludos!