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Armando González Escoto · Dirección de Publicaciones, Sistema UNIVA

 

Quisiéramos mirar con orgullo la bandera de Jalisco, y lo hacemos no por lo que somos ahora, sino por lo que ha sido Jalisco en el pasado, un pasado cada vez más distante no por la cuenta de los años, sino por la cuenta de los méritos.

Pero vivir de glorias pasadas no es la mejor actitud, las glorias del pasado valen si somos capaces de seguirlas generando, de otra manera se convierten en un recuerdo melancólico de lo que fuimos y ya no podemos ser.

Hace doscientos años producíamos ideas nuevas, sistemas sociales prácticos, proyectos económicos agresivos, marcos legales pioneros, hoy somos conocidos sólo por hazañas deportivas, música, comidas, bebidas y un premiado productor de cine, todo pues en el marco del espectáculo. Son contadas las empresas tapatías que han trascendido los límites estatales y aún más pocas, las que han ido más allá de los límites nacionales, pero incontables las empresas de otras naciones y estados que han prosperado en Jalisco, y que incluso han comprado empresas jaliscienses porque a los herederos les era más atractivo vender y vivir de lo vendido que seguir invirtiendo, trabajando y dando trabajo a los demás. Tenemos diversas universidades privadas y la pública, pero ninguna ha producido un premio Nobel, en los 122 años que estos premios tienen de otorgarse. Y la gran paradoja: ser sede de una famosa Feria Internacional del Libro, en una sociedad que en promedio lee medio libro al año; en Alemania el porcentaje es de un libro al mes por cada ciudadano mayor de 18 años.

La capital de Jalisco es hoy día un archipiélago de clases sociales y de universos culturales, de gente de las “colonias” que jamás se ha parado en el Centro Histórico, y gente de las periferias que en ocasiones sólo destruye la ciudad, sin que a nadie parezca importarle.

Por si fuera poco, se nos olvida que Jalisco es también Autlán, Mascota, Etzatlán, Ahualulco, Mezquitic, Bolaños, La Barca, Lagos, Yahualica, Barra de Navidad y hasta Vallarta, entidades desiguales, muchas muy mal comunicadas, otras en constante descenso poblacional. 125 municipios y cientos de pueblos con carencias impresionantes, pueblos y rancherías donde el futuro no existe, sólo un presente de marginación y abandono.

¿Y nuestros recursos naturales? Prácticamente todos en manos de depredadores insaciables que ubicaron bien lo que restaba para acabárselo a la mayor prontitud, se trate de la ribera de Chapala, de los muchos bosques serranos, de los fértiles valles, de las pocas reservas acuíferas, de las costas, las minas, y los valles sobre poblados. Si a todo esto añadimos la seria problemática social que enfrentamos, el panorama aparece aún más sombrío.

¿Visión pesimista? Bueno, dicen que el pesimista es el realista bien informado, sólo que en este punto no se requiere otro informe que abrir bien los ojos y ver todo cuanto está pasando, y tal vez ese sea el problema, no nos damos cuenta de lo que pasa, nos acostumbramos a vivir en el deterioro, en la inseguridad, en la desconfianza, en el basurero.

El pasado nos dice una cosa muy importante, somos descendientes de personas que supieron hacer muy bien a Jalisco, debemos pensar que algo tenemos de esa ascendencia y que, por lo mismo, podemos volver a hacer las cosas bien y hasta mejor, considerando lo mucho de bueno que todavía conservamos en todos los aspectos.

 

Publicado en El Informador del domingo 11 de junio de 2023.

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