Skip to main content

El león del abrevadero

Por 22 febrero, 2023junio 30th, 2023Líderes de Opinión, Voces UNIVA

Luis Alfonso Osorno Montes, El Oso · Coordinador de Procesos Académicos en Ciencias Exactas e Ingenierías y Docente, UNIVA Guadalajara 

 

En las afueras de un rústico poblado, de aquellos que por las mañanas solían oler a la tierra mojada de sus calles empedradas y al delicioso aroma de las flores, que se abren desde las ventanas con los primeros rayos de luz, que permiten apreciar los rojizos techos cubiertos de teja, se encontraba instalado un circo. Era un circo clásico, como los de aquel entonces, con el hombre fuerte, la mujer barbuda, los trapecistas, los malabaristas y los payasos. Y como en los circos de aquella época, donde estaba instalado podían verse las tiendas, las carretas, los vagones y las jaulas con animales como elefantes, tigres y jirafas.

Aquella noche la tormenta inició cuando los hombres descansaban después de la última función. Se anunció con la tersa brisa y el agua que empezó a correr en arroyos delgados como hilos desde las montañas. Y sin haberlo previsto, se volvió torrencial, con relámpagos que rompían la negrura de la noche y vientos violentos que amenazaban con arrancar las estacas, soltar las amarras y llevarse los toldos y las lonas de las tiendas y la carpa.

Los cirqueros reaccionaron al momento para ocuparse en mantener en pie el campamento, mientras algunos animales se mostraban inquietos en sus jaulas. Pero no el llamado Raska, un enorme león de tres metros de largo y un metro y medio de altura, con una prominente melena y una mirada fiera y penetrante. Este deambulaba de un extremo al otro de su jaula, impaciente, aguardando el momento oportuno para dejar su cautiverio como fiera colérica, resentida, hipócrita, arrogante, nerviosa y bravucona; que se distinguía entre los relinchos, bramidos, rugidos, ladridos, barritas y la gritería de las personas, por mantenerse en silencio.

En medio de ese desorden, poco antes de la madrugada, un poste cedió y fue derribado por la fuerza del viento golpeando la jaula, volteándola y permitiendo el escape de Raska, quien sin dudar se perdió, adentrándose en el bosque.

Casi al amanecer, Raska se encontró en lo más profundo del pacífico bosque. Un lugar hermoso con clima fresco, verdes prados y un claro cielo azul que se despejaba tras la tormenta y se iluminaba con la luz del nuevo día; permitiendo que se avistara un río de aguas cristalinas serpeando tranquilamente entre los altos árboles de coníferas. Tras su paso por aquel lugar, el león iba dejando destrucción y muerte hasta que, cansado, se tumbó sobre la hierba luego de mitigar su sed en el abrevadero, sin sospechar que era observado desde lo alto por Tlamati, la imponente águila real, a quien, por su tenacidad, agilidad y velocidad, los habitantes del bosque le llamaban Emperatriz del Aire.

La inteligente Tlamati sabía que en tierra ella no mandaba; por lo que voló presurosa a comunicar su hallazgo a Apsel. Un oso grizzly que alcanzaba los tres metros al posarse sobre sus patas traseras y que se distinguía por ser sabio, amable, educado, fuerte y noble; por ello era reconocido como el Guardián del Bosque. Gracias a él todo era paz, los animales convivían, se respetaban y obedecían la ley de la naturaleza. Contribuían al equilibrio en el bosque y se sabían importantes eslabones de la cadena de la vida.

 

–¡Aspel! ¡Aspel! –gritó la majestuosa Tlamati mientras descendía hasta posarse sobre una gran roca junto al río– una extraña bestia está destruyendo y matando.

–Calma, Tlamati, calma –declaró el oso mientras buscaba un buen salmón– explícate.

–He visto a una bestia enorme, parecida a Ocotzo, el jaguar, pero mucho más grande, fiero y con una abundante melena. No sé de dónde salió, pero le he observado atacar sin motivo, matar con agresividad y no comer, afectando la tranquilidad de la región.

–¿Dónde está esa bestia? –preguntó Aspel y en su voz se denotaba la preocupación.

–Al otro lado de la montaña, en el abrevadero… ¡Corre!… ¡Sólo tú puedes detenerlo!

 

Al momento, moviendo su pesada masa que sobrepasaba la media tonelada, el grizzly abandonó su pesca y dijo –Voy lo más rápido que puedo. Por favor, avisa a todos que habrá reunión en el abrevadero, pídeles que no se acerquen para no encontrarse con esa bestia que no mata para sobrevivir, sino para destruir.

 

–Tú dile a Ocotzo, para que él avise a los tuyos –replicó el águila– yo avisaré a los míos.

El oso asintió mientras se apartaba corriendo.

 

Al medio día, con el sol en el cenit, fueron apareciendo los animales del bosque, uno a uno, para observar el abrevadero desde las ramas de los árboles, la protección de los arbustos y la cubierta de la hojarasca. La tensión creció cuando Raska, plantado sobre sus patas, dejó escapar un impresionante rugido, que resonó hasta lo más recóndito del bosque y se proclamó rey.

Por un momento reinó el desconcierto, seguido de una ola de murmullos que denotaba las reservas de los animales respecto a si aquel extraño era más fuerte que Aspel y si es que sería necesario enfrentarlo para expulsarlo del bosque. En aquel momento, con paso firme, el pesado grizzly se aproximó al fiero león para hablar con él y se levantó sobre sus patas traseras antes de dejar escuchar su potente voz:

 

–¿Quién eres tú? ¿Cómo te atreves a aterrorizar y matar? Yo soy Aspel y estoy aquí para invitarte a respetar el derecho de todos a permanecer en paz y respetar la cadena que nos une.

–¡Soy Raska, Rey de la Selva! –rugió el león uniendo a la acción a la palabra con un gran salto para caer sobre Aspel, quien le recibió con un fuerte manotazo que le hizo rodar sobre la hierba.

 

Entonces, tras levantarse con tremebunda agilidad, quedaron de nuevo uno frente al otro y se miraron midiéndose. El silencio invadió el lugar, los animales no sabían qué pensar; es decir, conocían a Aspel, pero la extraña bestia les infundía temor. Estaban tensos, desconcertados y atemorizados.

En eso Aspel fue el primero en romper el silencio abrumador:

 

–Raska, creo que estás en el lugar equivocado, no sé cómo llegaste aquí, pero aquí estás y si quieres permanecer en este lugar, tienes que aprender a vivir de acuerdo con las leyes y normas del bosque. Te dices rey y no procedes como un rey, no actúas con sabiduría, tus acciones son como las de la bestia humana, el monstruo que asesina, destruye, ensucia y se suicida; aquel que, al atentar contra la naturaleza se extermina a sí mismo poco a poco.

–¿Cómo te atreves a compararme con ese monstruo? El egoísta que acaba con la vida en ríos, lagos, montañas y valles, ese necio creador de la nube negra… ¡Nunca animal alguno me había insultado así!

–Con tu actitud no estás dando mejor ejemplo que el hombre –argumentó el grizzly con voz de trueno– tú eres como nosotros, pese a tu descomunal grandeza. Y por lo mismo tal vez me mates si nos enfrentamos, pero no podrás matarnos a todos. Así que te invito a vivir aquí con respeto a la ley natural que nos une.

 

Raska permaneció en silencio durante unos minutos, al igual que todos los presentes. Desde su posición observaba a su oponente y al resto de los animales que ya empezaban a salir de su escondite. Nadie hacía ruido, no se oía ni un silbido, todos estaban a la expectativa. Durante los segundos de aquella incertidumbre, el león recordaba sus años de libertad y luego los años de cautiverio. De pronto comprendió y respetó al voluminoso oso que le hablaba con tal sabiduría. Así que, respirando profundamente contestó:

 

–En mis años de cautiverio pude ver que no todos los hombres son malos. Tomo la oportunidad que me ofreces de vivir aquí en paz. Esperemos que el hombre también aproveche su oportunidad para vivir siguiendo las leyes de la creación.

 

Al momento como si se tratara de un acuerdo, cada animal desapareció entre la seguridad del bosque y en aquel abrevadero reinó la paz.

expresionrd

Author expresionrd

More posts by expresionrd