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Darwinismo tecnológico, ¿sobrevivirá el más apto?

Por 21 junio, 2023Tendencias, Voces UNIVA

Carlos A. Lara González · Analista de la comunicación y la cultura. Alumni de la Licenciatura en Ciencias y Técnicas de la Comunicación, UNIVA Guadalajara. Premio Santiago Méndez Bravo al Comunicador del Año 2022.

 

En uno de sus fascinantes ensayos, El arte del motor. Aceleración y realidad virtual, Paul Virilio, advirtió desde hace décadas que el límite último de la filosofía era el límite fisiológico; que la evolución había llegado a su término en el momento que la tecnología había invadido el cuerpo humano. Asistimos, dijo, al fin de la evolución natural -como la conocíamos. Consideraba particularmente la forma en que la tecnología se nos comenzaba a pegar en la piel, que predijo que llegaría a ser untable como las cremas mismas. Lo cual ocurrió. La tecnología se ha ido convirtiendo en un componente fundamental de nuestro cuerpo, desde el marcapasos al corazón artificial, pasando por los wearables (reloj pulsera y todo tipo de tecnología vestible), un conjunto de dispositivos electrónicos que se incorporan en alguna parte del ecosistema de nuestro cuerpo e interactúan de forma continua con nosotros y otros dispositivos con alguna función concreta. Smartwatchs, tenis deportivos con GPS, pulseras que controlan nuestro estado de salud, el grafeno, un material ruso con el que están desarrollando teléfonos inteligentes para portar como brazaletes. Y qué decir de la piel electrónica.

En términos de Virilio, en esta invasión tecnológica al cuerpo, hay quienes consideran que los implantes cibernéticos, en el caso de los ciborgs, pueden paliar discapacidades, mientras otros señalan que son útiles para potenciar sentidos; y otros más, justifican la práctica para sentirse especiales, con una especie de super poderes. Del transhumanismo ya no hablamos, es la endocolonización al más alto nivel.

Coincido con Virilio en que la evolución del ser humano llegó a su fin en el momento de la endocolonización tecnológica. La sobrevivencia, en términos dawinianos, nos decía que sobreviviría el más apto (genéticamente hablando). Ahora bien, ¿Qué tan pertinente sería plantear ahora la sobrevivencia del más apto, ya no en términos biológicos ni de selección natural -a lo Darwin-, sino en términos tecnológicos? La respuesta se antoja más proveniente del darwinismo social de Spencer. Preguntémonos primero qué es sobrevivir en el siglo XXI.  Sin duda habrá sobrevivencia, la pregunta es cómo será esta. Y es que, mientras Darwin creía en la importancia de la cooperación, en particular para aquellas criaturas, incluidos los humanos, que vivían en grupos, Spencer en la competencia, la que asumía como la base para el desarrollo. La filosofía de Spencer estaba centrada en el individualismo y asociaba todo lo bueno con la supervivencia. Una visión que en las consecuencias es más grave, puesto que conduce al racismo, a la eugenesia, a las esterilizaciones forzadas, incluso a la eutanasia de personas consideradas “no aptas”. En ese sentido, diversos estudiosos del tema sugieren llamar a esta su filosofía, spencerismo social.

El problema de la administración digital del mundo que vivimos, en términos de Éric Sadin, es que la sobrevivencia depende de estar en modo On Live (permanentemente conectados). Por supuesto que sobreviviremos, entretenidos en el mejor de los casos, o bien, como perfilados consumidores, como señala Mattelart. Las nuevas tecnologías han desarrollado nuevas habilidades, tanto en la escuela como en el trabajo y, no son pocas las universidades que han sucumbido ante este nuevo escenario laboral confeccionado por el taylorismo digital. No son pocas las que han dejado de lado la misión de enseñar para capacitar, las que han expulsado el humanismo del ideario educativo; las que han abierto las puertas a los marcatenientes del desarrollo digital para decirles ¿Qué necesitan, nosotros se lo ofrecemos?

El mundo de hoy funciona así. En lo personal lo que más me preocupa es la pérdida del entorno en las personas, los espacios educativos y laborales.

Estamos lejos de mejorar la productividad, por más plataformas de ayuda que existan para administrar el tiempo frente a los dispositivos. Hacer varias cosas a la vez hace que los usuarios estén más dispersos y no puedan profundizar en ninguna de ellas. Hay investigaciones en multitarea que demuestran que cuando estamos online nos acostumbramos a prestar atención a lo novedoso, no a lo importante. Ejemplo recurrente, es el de las recurrentes notificaciones que nos llegan a través del teléfono, esa información en espera es la que capta nuestra atención, no importando qué tan relevante sea. Cuando volvemos a la actividad que estábamos haciendo, nos cuesta retomar la concentración. Esto repercute en la calidad de lo que analizamos, escribimos, leemos y desarrollamos. Este fenómeno es conocido como Coste de Cambio. Tiene una incidencia costosa en términos de rendimiento y productividad: Cibermareo, pubbing, infoxicación, skimming, deterioro cognitivo, renuncia psicológica y demás padecimientos digitales.

Aristóteles solía decir que el hombre era un ser racional. Hoy sabemos que es más emocional, es más, podemos decir socioemocional. El homo sapiens de Aristóteles estaba hecho para interpretar su entorno directo a través de su capacidad de percepción, a partir de los estímulos materiales, mediante el pensamiento abstracto, como bien señala el filósofo David Lorenzo Cardiel. El Phonosapiens de la actualidad no. La relación entre nosotros se da cada vez más a través de algoritmos, son quienes gestionan nuestra comunicación. Internet es el canal por el cual trabajamos y contactamos a nuestros seres queridos; es nuestra vía de acceso a la información, a la educación, la cultura y el entretenimiento. ¿Por qué tenemos que ir tan lejos para estar acá? Diría Charly García. Insisto, es necesario recuperar el entorno. Entre otras cosas, porque la pérdida de este hace desaparecer las emociones colaterales. Porque no es la riqueza tecnológica que nos rodea, y aparentemente nos ayuda a estar mejor comunicados, lo que nos hace ser más productivos en los entornos laborales: es el trato y la calidad humana lo que nos dota de esa capacidad colectiva de dar sentido a la vida, de producir proyectos colectivos y generar una cultura empresarial y ambientes colaborativos. La tecnología, sus avances, la inteligencia artificial son buenas herramientas de gestión, siempre que sepamos configurarlas en nuestras vidas.

José Carlos Ruiz, profesor en la Universidad de Córdoba, filósofo por la Sorbona de París, doctorado en Filosofía Contemporánea con una tesis sobre la hipermodernidad, ha publicado El arte de pensar. De Platón a Batman: manual para educar con sabiduría y valores, así como El arte de pensar para niños y, más recientemente, Filosofía frente al desánimo, sobre una sociedad en constante exposición pública, diseñada para el desánimo, que exige ser productivo incluso en el tiempo libre. Títulos acompañan, retratan y describen la sociedad en que vivimos. Una sociedad en la que solo hablamos de adicciones cuando se trata de sustancias psicoactivas, legales e ilegales, y no de las tecnologías de la información. Una sociedad habitada por cinco generaciones, donde cuatro de ellas marcan las tendencias del consumo, donde impera la condición social de la velocidad. Donde a lo más que pueden aspirar los adultos mayores de un hogar, es a que los pongan un rato al sol por las mañanas, porque circulan ya a otra velocidad.

Creo que una de las claves para la recuperación del contexto, conscientes de que con la pérdida del contexto desaparece la comunidad, es, no en El arte del motor de Virilio, sino en El arte de pensar de Carlos Ruiz. Vivimos en sociedad, dice José Antonio Marina, es decir, pensamos a partir de una cultura. Por tanto, el desarrollo de nuestra inteligencia y productividad, depende de la riqueza del entorno. Si vamos a sobrevivir, que sea en condiciones, en comunidad, en una cultura que valore la riqueza del entorno humano, no el ideal de la inteligencia privada, que es generar gorrones con éxito.

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Join the discussion 3 Comentarios

  • Claudia Martinez dice:

    Excelente texto: apropiado para entendernos como sociedad.

  • Dra. Mayra I Gonzalez-Vazquez dice:

    Excelente articulo, defender la riqueza dela importancia de la antropología social es la base de la supervivencia, tanta tecnología y algoritmos, esta generando ansiedad, de contacto, de comunidad, de amor que es la vía para una comunidad de éxito.