Juan Pedro Flores Ochoa · Estudiante de la Licenciatura en Médico-Cirujano, UNIVA Guadalajara
Qué gran misterio ocultan las millones de células que forman concomitantemente un cuerpo humano, esfuerzos gigantescos han tomado a los científicos y filósofos descubrir las leyes de la naturaleza, pero cuando se trata de descifrar quién es el hombre, el desafío se vuelve más complejo, puesto que no bastará con descubrir y describir la fisiología humana, será necesario llevar la razón y la experiencia a su punto límite, donde la experimentación y el método científico se verán sofocadas ante gran realidad natural y, la razón humana, deberá encontrar gran fineza en los detalles ontológicos propios de la abstracción.
El cuerpo humano se nos presenta, pues, como un ser altamente complejo, existe una perfecta comunicación intra y extracelular; de un extremo a otro del cuerpo no existe una célula extraviada en el organismo vivo, la comunicación entre los órganos y tejidos forman los complejos sistemas que orquestados en perfección trabajan para mantener una homeostasis. La información genética contenida en los cromosomas es lo que biológicamente nos hace ser lo que somos en términos médicos y científicos.
Por otra parte, el cuerpo humano posee un substrato que sostiene la realidad material de todas las células que los conforman, esta sustancia intrínseca del hombre revela la complejidad y limitaciones de sus capacidades cognitivas y volitivas del ser racional, como lo describe Heidegger el Dasein, es el ser ahí y no un ente más entre los entes, este modo de ser ahí sostiene la res extensa que Descartes mencionaba. Es decir, nos encontramos en una materialidad que en todo caso es nuestro cuerpo, y la existencia de nuestro cuerpo es el dato primario que nos coloca en el mundo existencial. Así pues, el mundo existe para mí mediante mi cuerpo y únicamente puedo participar de la realidad espacio-tiempo por mediación de él.
El cuerpo humano posee grandeza y complejidad en su esencia, puesto que une dos mundos. Los límites de cada sistema expresan la fragilidad y solidez de su constitución; nos hace resistir los cambios de temperatura, la privación de alimento, las preocupaciones, el dolor. Pero nuestros órganos también son frágiles, se hieren con el más pequeño choque.
No obstante, el otro mundo del ser humano es su mundo interior y su capacidad de amar no encuentra límites. El alma y el cuerpo son síntesis de finitud y eternidad, y están unidos entre ellos como un todo indivisible.
El hombre que conocen los especialistas no es pues el hombre concreto, el hombre real.
Alexis Carrel
Referencias
- Carrel, A. (2012). La incógnita del hombre. México, Editores Mexicanos Unidos, S.A.
- Heidegger, M. (2019). El ser y el tiempo. Ciudad de México, Fondo de Cultura Económica.
- Larsen, W. D. (2002). Embriología humana. Elsevier España.
