Celebramos el día de hoy en la Iglesia universal la fiesta de la Presentación del Señor y la Purificación de María. En tiempos de Jesús era costumbre que una mujer, a los cuarenta días que daba a luz a su hijo, lo llevaba a presentar al templo. Y Jesús también vivió este acontecimiento en carne propia. Escuchamos en el Evangelio el cántico de Simeón, cuando toma a Jesús en sus brazos, quiero hacer hincapié en uno de sus versos: “Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz”. Qué grandes palabras que día con día nos amonestan y cuestionan, y es una invitación a que al final de la jornada nos preguntemos si podemos decir estas palabras con toda la tranquilidad del mundo.
Encontrar la paz en nuestro diario caminar será la mejor obra que nos hagamos a nosotros mismos, luchemos todo el tiempo por conseguir la paz que nuestro corazón tanto anhela. Por otro lado, quiero resaltar la persona de Jesús, que, a pesar de ser Hijo de Dios, no suprimió el proceso natural de la madurez humana y crecimiento, y es que muchas veces dejamos de lado el lado humano de Jesús, quien lloró, sufrió y creció en sabiduría. El Señor Jesús, quien conoce nuestros corazones y todo lo que vamos viviendo nos dé la gracia, de presentarnos ante Dios con la mayor dignidad posible. Y tener la dicha de ver a nuestro Salvador.
