Dr. Francisco Navarrete-Báez • Docente-Investigador UNIVA Plantel Guadalajara
Se ha comentado desde su lanzamiento, que los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) propuestos por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en el año 2015, serían utópicos. Que lo planteado en esa convención en la ciudad de Nueva York, no era otra cosa que un listado de buenos deseos propuestos por gente ilusa apartada de la realidad.
Como contexto general, los ODS son la ruta y el reto más promisorio de la humanidad en su conjunto de las últimas décadas, por rescatar a nuestro planeta como un todo. No sólo en el aspecto ambiental, que ha sido impactado terriblemente en los últimos 50 años, sino también en el aspecto social, en el cual la brecha entre la pobreza de muchos y la riqueza de muy pocos es cada día mayor, aspectos que indudablemente dificultan concretar los objetivos propuestos.
De un camino serio, objetivo y sistémico que comenzó prácticamente cuando la II Guerra Mundial terminó, con una trayectoria de múltiples esfuerzos entre las distintas naciones que iban conformando la ONU, pasando por los primeros impactos a través del Club de Roma, por los acuerdos como los de la Cumbre de Río-92, sobre las bases y convenios concretos sobre el medioambiente y el desarrollo, la misma Cumbre de Río-2012, celebrada a propósito de los 20 años cumplidos, enfocada específicamente al desarrollo sostenible, hasta la Cumbre de Desarrollo Sostenible del 2015 en la cual se acordó la denominada Agenda 2030.
Esta cumbre organizada por la ONU desarrolló la denominada Agenda 2030, que se enfoca en 17 grandes propuestas, denominadas ODS, con sus respectivas metas e indicadores (en total 169), surgida no sólo por los gobiernos de cada nación, sino por la participación de diversas ONGs y la misma ciudadanía; cuyo cumplimiento y compromiso fue el de alcanzarlos al cien por ciento el año 2030 por todas las naciones firmantes (por cuestiones de espacio y para mayores detalles consultar: https://sdgs.un.org/goals).
A partir de ese momento, los países involucrados se plantearon políticas públicas propias para llevarlas a cabo de acuerdo con sus necesidades y posibilidades específicas, que fueron difundidas a todos los niveles de gobierno y que involucró también compromisos con el sector privado, académico y sociedad en general. Cada nación desarrolló su propia plataforma para ir monitoreando los avances de cada ODS como país y por cada región (para el caso particular de México, consultar: http://agenda2030.mx/#/home).
A cinco años de haberse implementado, los datos no son muy alentadores, el promedio mundial ha avanzado alrededor de un 28%, con algunas naciones mucho más avanzadas, principalmente las denominadas desarrolladas, y la mayoría, las denominadas en vías de desarrollo, con pocos avances.
Cabe aclarar que hay ODS con más avances que otros, como el de “energía asequible y no contaminante” (ODS 7), “trabajo decente y crecimiento económico” (ODS 8) y posteriormente el de “salud y bienestar” (ODS 3), los cuales tienen progresos alentadores. Otros como el de la “reducción de las desigualdades” (ODS 10), principalmente la de ingresos, “el fin de la pobreza” (ODS 1), “hambre cero” (ODS 2) y “educación de calidad” (ODS 4), son vistos por los expertos como poco probables de que se logren. Por lo que el camino aún es largo.
Añadiendo que este análisis aquí mostrado fue reportado a principios de este 2020 antes de la pandemia sanitaria provocada por el COVID-19, que ha azotado terriblemente a la humanidad en todos los aspectos posibles, hasta el momento hay fuertes indicios de que muchos de los avances antes señalados han sufrido un retroceso y los que estaban más rezagados han sido impactados con mayor fuerza.
Podemos poner varios ejemplos: la cuestión de la salud, ahora enfocada principalmente a atender a pacientes con coronavirus, ha dejado de prestar servicios hospitalarios secundarios, producción de medicinas básicas o limitado las campañas de vacunación. El impacto económico derivado del confinamiento ha generado el cierre de empresas o reducción de las plantas productivas, por lo que se han perdido millones de empleos alrededor del mundo. En otros casos, los salarios se han reducido, y no se pronostica una recuperación del empleo como se tenía a finales del 2019 hasta el año 2022. Por lo que las desigualdades (ODS 10) están siendo más pronunciadas, generando así el epíteto de la pobreza.
Otro impacto colateral que los ambientalistas resaltan es el uso masivo de mascarillas, guantes, caretas y todo tipo de equipo de protección personal (EPP), utilizados para protección propia ante la exposición y generación de una posible infección, que por higiene son casi en su totalidad desechables y que inevitablemente se están utilizando, llegándose a perder el control de los residuos generados por los mismos. En la mayoría de las poblaciones a nivel mundial no se cuenta con la infraestructura ni la cultura cívica para darle un buen cause. Además, hay que sumar el incremento del uso del plástico para transportar como recipiente, principalmente comida y artículos de primera necesidad, que por el temor de estar infectado no se reutiliza ni se recicla, generando en conjunto miles de toneladas de basura al día.
Por lo tanto, el panorama de los ODS a cumplir al 2030 no es nada alentador, se le suman al rezago, el retroceso y la poca atención puesta en los mismos, por obvias razones, las naciones están preocupadas por salir de esta pandemia lo antes posible y con el menor impacto en las personas y en sus economías. Aunque todavía es muy pronto, es muy probable que la ONU se replantee su horizonte para que los ODS sean realmente factibles. Pero, lo más importante es que el cumplimiento de cada uno de los 17 ODS no está solamente en manos de los países, está en cada uno de nosotros, como individuos que a pesar de las actuales vicisitudes podemos y debemos seguir contribuyendo y promoviendo su importancia dentro de nuestra sociedad.