Mtra. Claudia Martínez Videgaray • Docente UNIVA Plantel Guadalajara
Leer para aprender, conocer, saber más, informarse, instruirse, son algunas de las bondades que se le atribuyen a la lectura. ¿Pero por qué no añadir la cualidad de la generación de vínculos sociales? En este breve escrito intentaré presentar algunas ideas que nos inviten a pensar en la lectura como una actividad que propicia la unión y la búsqueda de integración con otros.
Reunirse para compartir algo en común es una característica humana, particularmente con actividades culturales: coincidir con aficionados en un estadio para apoyar a un equipo de futbol; asistir a un concierto o al cine, incluso, reunirse alrededor de la televisión a ver la inauguración de los juegos olímpicos. En todos estos casos existe un pretexto o gusto común que genera un interés por estar con otros.
De la misma forma, la lectura —una actividad comúnmente individual— puede propiciar lazos sólidos con otras personas y transformarse en un vínculo generador de comunidad. A diferencia de otras actividades de grupo, en las que compartes espacio y experiencias, las reuniones para comentar un libro o los momentos de lectura colectiva, propician que haya un intercambio de ideas, no solo a partir de la propuesta literaria, sino que el texto funge como un detonador para hablar de uno mismo con otros y escuchar a otros hablar sobre sí mismos, lo que favorece la empatía y la tolerancia. En suma, la lectura compartida (ya sea de forma sincrónica o asincrónica) propicia el ejercicio de análisis e interpretación del mundo.
Para ilustrar este planteamiento, presentaré tres experiencias que me han llevado a la afirmación propuesta en el título de este texto:
Círculo de lectura “Tribu de letras”: hace ya un año sugerí a algunas amigas leer un libro por mes y platicar sobre el autor y su obra. Haberlo hecho nos ha ayudado, no solo a elevar nuestro ritmo de consumo literario, sino que hemos aprendido a dar al mismo texto múltiples lecturas a partir de la mirada de cada lectora. Además de esto, lo que considero más valioso es que nos ha ayudado a fortalecer lazos de amistad y a tener cierta complicidad entre nosotras. Cabe añadir que la hija de 10 años de una de las participantes, al saber que su mamá formaba parte de un club de lectura, quiso replicar la idea con sus amigas.
Lectura de cuna y cama: desde que mis hijos son bebés, hasta ahora que ya tienen 7 y 10 años, he leído con ellos en diversos momentos, principalmente antes de dormir. Esta actividad (sumado a tener libros en casa, asistir a bibliotecas, con cuentacuentos, etcétera), además de haberles facilitado el aprendizaje de la lecto-escritura, les arraigó el gusto por la lectura y amor por los libros. Las razones anteriores serían suficientes para elogiar el hábito de leer juntos, pero el mayor valor que le encuentro es la cercanía que nos ha dado, no solo física —pues muchas veces leemos abrazados y bajo una cobija—, sino que nos ha dado tema de conversación e, incluso, recursos formativos: a partir de lo leído les puedo explicar alguna problemática o situación que les preocupa.
Lectura en el aula: en ciertas asignaturas en la UNIVA implementamos el programa de lectura en el aula, el cual consiste en asignar la lectura de una obra no académica. Hacerlo ha sido positivo, pues he recibido comentarios como, por ejemplo, que nunca habían terminado antes un libro completo o que hacía tiempo que no leían. Como en las dos experiencias anteriores, más allá de cumplir el objetivo de favorecer la lectura y su ya sabido beneficio académico, comentar el texto en el aula ha propiciado la participación de estudiantes que en ocasiones no hablan en público y ha hecho que se comenten temas que a veces no se discuten en clase. Considero que la lectura, entonces, ayuda a generar un buen ambiente de grupo entre estudiantes y vínculos con los maestros.
Como hemos visto, la lectura es un vehículo de cohesión social, pero no solo el acto de leer lo fomenta, también la escritura tiene esa virtud, tal como pudieran ser los talleres de creación literaria; en mi caso he participado en uno y puedo decir que el lazo de camaradería que se ha formado es invaluable. La lectura y la escritura son actividades que pueden, incluso, sanar (como la escritura terapéutica u ontoescritura). En conclusión, valdrá la pena adentrarse a revisar cómo estamos concibiendo la lectura en el ámbito educativo, cómo estamos acercando a la población a ella, preguntarnos por qué hay tantas personas a quienes no les interesa leer o no han encontrado una experiencia positiva a través de los libros. De aquí mi reto e impulso a seguir animando a la lectura para que, a través de ella, podamos unirnos y entendernos mejor como sociedad.