Dra. María Cristina Martínez Arrona • Jefatura de UNIVA Online
La disciplina es el mejor amigo del hombre,
porque ella le lleva a realizar los anhelos más profundos de su corazón.
Madre Teresa de Calcuta
Durante la contingencia sanitaria nos hemos visto en la necesidad de cambiar algunos hábitos. Los que no han podido dejar de salir a trabajar o realizar alguna gestión, así como los que contamos con licencia para trabajar y/o estudiar desde casa, hemos implementado rutinas de higiene personal, al igual que nuevas prácticas y horarios para el desarrollo personal y la sana convivencia. En otras palabras, hemos fomentado la disciplina.
La palabra “disciplina” tiene la raíz de dos verbos: disc= discere (aprender) y cip= capere (capturar); además del elemento l, contiene dos sufijos: -ulus= discípulo e -ina= relación. Por lo tanto, la disciplina permite, a través de una nueva relación (con nosotros mismos y con los demás), “aprender” y “capturar” nuevos aprendizajes por medio de actividades, rutinas, que forjan en nosotros hábitos, que, interiorizados y con el tiempo, se convierten en actitudes y valores que nos permiten cualificar nuestras relaciones y alcanzar metas.
Las dificultades y las crisis pueden ser oportunidad de crecimiento, de ahí la pregunta, ¿cómo quiero vivir este tiempo de contingencia? ¿Qué aprendizajes y experiencias deseo adquirir ante este problema? ¿Por qué no desarrollar y fortalecer la disciplina, actitud esencial, en la formación del carácter y en el logro de objetivos?
La disciplina habla de método, de una forma estructurada y ordenada de obtener resultados, habla de educación, de la capacidad que tenemos para controlar nuestras acciones, deseos y sentimientos para cumplir nuestros propósitos, independientemente de que tengamos interés o no de llevarlos a cabo, ya que, al establecer reglas, estas nos ayudan a ser constantes, incluso en los momentos que no nos sentimos inspirados o motivados para realizarlos. Es hacer, sin excusas, lo que debemos -queremos- hacer, y esto gracias a la disciplina.
Establecer horarios para el trabajo y la convivencia familiar; generar espacios para el desarrollo físico, mental y espiritual; tener tiempo para preparar comida, asear la casa, acompañar el estudio, e incluso para el esparcimiento recreativo en un mismo espacio, con personas de diferentes edades e intereses, es todo un desafío, pero posible si entre todos, con creatividad y riqueza, establecemos las pautas de convivencia y crecimiento que anhelamos tener durante el confinamiento.
En teología, la disciplina está en relación con ser discípulo de Cristo, esto es, pone la totalidad de la persona humana, su inteligencia y voluntad, al servicio del amor, de un amor solidario con el prójimo. Es un ejercicio de obediencia que hace posible el desarrollo de virtudes, a través de pequeñas acciones -hábitos conscientes- que se convierten en un estilo de vida coherente con su identidad cristiana. Por lo tanto, la disciplina es una gran aliada, porque como afirma la Madre Teresa nos permite “realizar los anhelos más profundos del corazón”.
Publicado en El Semanario Arquidiocesano de Guadalajara del domingo, 17 de mayo de 2020.