Miguel Camarena Agudo • Encargado de corrección y estilo del Sistema UNIVA
Hay algunas películas que nos pegan duro en la cabeza o en el corazón. Son como un martillazo que nos deja desconcertados, con un cierto espasmo previo a la asimilación. Por ejemplo, Kids (1995) de Larry Clark. Una película a la cual le agregaron una especie de epítome: Kids, vidas perdidas, muy ad hoc con lo sucedido en él.
La película es un drama que revela cómo transcurre la vida de un grupo de jóvenes estadounidenses, los cuales viven reventándose en el alcohol, la marihuana y el sexo; muy parecido a lo que veríamos un año después en Trainspotting de Danny Boyle. Para evitar spoilers solo me referiré a ciertos aspectos de este drama cinematográfico. Uno de ellos tiene que ver con cómo el director nos presenta de una forma descarnada la visión y valor del sexo para estos jóvenes. Donde las mujeres en la intimidad de una charla de alcoba relatan sus hazañas sexuales de una manera hiperrealista y con un detalle que a una persona con cierto recato ruborizaría, sin duda. Por su parte los jóvenes varones hablan de las mujeres como trofeos u objetos desechables.
Dentro del filme algunas jovencitas buscan una relación romántica de pareja. Aspecto que uno de los personajes aprovecha para llevarlas a la cama. Pero más allá de este amor romántico, se percibe en estas jóvenes un abandono familiar, condición que las hace muy vulnerables para que alguien con mera palabrería, les hiciera sentirse especiales, únicas y amadas; requisito mínimo para intimar con ellas, más allá de cualquier acción palpable.
Larry Clark en realidad tomó una radiografía de un contexto y un estilo de vida que lo mismo ocurre en New York que en Guadalajara, sin distinción de clase social. Porque este abandono, soledad, carencia de vínculo afectivo (y por ende, necesidad de él), ausencia de figuras de autoridad, lealtad, honestidad y compromiso; siguen siendo constantes en la vida de muchos jóvenes y niños.
Para mi generación Kids representó muchas cosas, además de retratar el mundo del barrio o el ghetto en sus rasgos más violentos y crudos, retrató un modo de vida experimentado en nuestra ciudad, donde la onda skate, el graffiti, la ropa holgada y la música, crearon una identidad que, a pesar del tiempo aún perdura en muchos jóvenes y no tan jóvenes. Espero puedan darse un tiempo para verla y puedan dar cuenta de que, a 26 años de su estreno, se sigue reproduciendo ese profundo vacío humano.