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El encierro viene de años atrás

José Daniel Meza Real • Coordinador de Calidad Académica

 

Estamos ya en el día 15, quizá el 16 de la cuarentena, no lo sé, tampoco estoy muy seguro de que sea martes o miércoles, los días se ven igual, el sol sigue igual, las aves cantan las mismas canciones y aunque puedo presumir que la casa no es chica, cada día siento como se va encogiendo y aquí sentado en la misma silla de todas las tardes, me doy cuenta que en realidad he tenido los ojos cerrados por mucho tiempo. Un pensamiento lleva a otro, recuerdo cuando vivir a unos pasos de una avenida violentamente transitada, hacía que jugar en la calle fuera un lujo que no podía tener; entonces, esto quizá es muy similar a aquellas vacaciones cuando tenía sólo 8 años. Pero, ¿por qué en aquel entonces no me sentía atrapado? Por qué anhelaba tanto esos días mientras hoy cuento desesperado las horas para que caiga de nuevo la noche y poder irme a dormir.

La respuesta está frente a mí en un sillón, porque en aquel entonces ese mueble no era lo que es hoy; había días en que esas maderas tapizadas eran las columnas de un castillo, pero al día siguiente eran parte de los muros de una trinchera donde me refugiaba de los disparos del enemigo o simplemente al poner una sábana encima se convertía en esa cueva secreta donde se escondía un viejo Batman de plástico con su Batimóvil, que no le hacía juego pero que no me importaba.

Entonces, al recordar esto me doy cuenta de que estamos aprisionados, pero no desde hace 15 días o un mes, sino desde hace años, desde aquellos días en que nuestras rutinas y la vida diaria nos fueron quitando la capacidad de soñar despiertos, de poner un piso de lava ahí donde un azulejo percudido nos sigue estresando por esa mancha que nunca pudimos borrar.

Y ¿Saben algo? Hoy nos seguimos estresando y seguimos perdiendo esa imaginación, todos los días llenamos esos espacios de nuestra mente con los noticieros, los post de Facebook, Twitter; un muerto más aquí, un enfermo más allá, una nueva rutina de ejercicio, una nueva receta de cocina.

Es momento de apagar por unos momentos el celular, la computadora, la tableta y buscar aquel libro que nos hizo imaginar mundos fuera de la comprensión de cualquiera; vea esa película con la que se enamoró y lloró al mismo tiempo, cierre los ojos y escuche detenidamente esas canciones que le transportaron al pasado.

No importa cómo lo haga pero vuelva a ser niño o niña, recupere su imaginación perdida y lo más importante: salga de este encierro mental y mientras se sienta en ese sillón o debajo de él, viaje a otros mundos que sólo usted puede imaginar, el cielo es el límite.

Quizá al principio sea difícil o sienta que la cuarentena le ha hecho perder sus cabales, pero quizá tiene usted un niño en casa que en este momento será su maestro para estos menesteres y, si no lo tiene en casa, sepa que lo tiene en su corazón y en su memoria. Atrévase a jugar a sentirse niño o niña, recuerde que por unos días puede olvidarse de esos pendientes que le quitaron la infancia, de esas responsabilidades que provocaron las arrugas que ahora ve en su rostro. De cualquier manera le aseguro que después de un mes quizá no tiene nada mejor que hacer y sobre todo nada que perder.