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Convocatorias

El salón de los dibujos animados

Por Convocatorias Sin comentarios

José Alejandro Domínguez Islas • Alumno Producción de Medios Audiovisuales

 

“Lo que define a una excelente animación,

es que cada personaje te haga creer que es un ser racional”

Ed Catmull, presidente de Pixar Animation Studios

 

“Ya deja de ver tus caricaturas”, era una de las frases que de niño solía escuchar de mi madre para que dejara mis tiempos de ocio y me pusiera a hacer mi tarea. Después de velozmente realizarla, me disponía a volver a prender el televisor, y discutir con mi hermana para saber si poníamos Shrek o Toy Story. Al final de la noche, no importaba que película terminábamos eligiendo; lo trascendente para nuestra formación era que podíamos adentrarnos en una historia que no sólo le bastaba sorprender visualmente e incluir humor para nuestro divertimento, sino que, contaba con una propuesta que nos enseñaría de una manera que pudiéramos entender desde una temprana edad.

A los ojos de un infante, la fábula ha sido por excelencia, el recurso literario por el cual los niños pueden aprender valores, gracias a la simpleza y fantasía que adornan las historias con animales y seres parlantes. Aunque en la literatura no siempre se manejó la censura y sutileza que existe en la actualidad; recordemos los cuentos de los hermanos Grimm que hoy conocemos por las adaptaciones que hizo Disney, donde las historias no estaban pensadas para los niños, pero estos terminaban siendo consumidores de dichos relatos y repercutían en su aprendizaje. Muchos años después, hemos podido ver un cambio en lo que un niño observa por los distintos medios de comunicación, en específico la televisión y el cine, siendo estos los medios audiovisuales por excelencia.

Cuando las personas hablan del cine de animación, se suele pensar que este tipo de películas son exclusivamente dirigidas para los pequeños de la casa, aquellos niños a los que puedes distraer con filmes coloridos y musicales para su entretenimiento, añadiendo un humor infantil y una tan acostumbrada moraleja para dar un mensaje importante en su formación. Si bien, varios estudios se han mantenido bajo esa línea, hay otros que logran sorprender por su propuesta narrativa o visual, para ofrecer un producto que pueda entretener y conmover tanto a chicos como grandes.

Y es así, desde el primer largometraje animado (Blancanieves y los Siete Enanos), que la industria de la animación no sólo ha evolucionado a nivel técnico, a su vez, trata de contar historias con temáticas que sólo esta técnica permite realizar y volver inteligibles. En tiempos de la Segunda Guerra Mundial se usaba con fines propagandísticos, cuando la famosa compañía del ratón estuvo involucrada a su manera en el conflicto, creando cortometrajes con el icónico del Pato Donald apoyando a las fuerzas estadounidenses. Dichas producciones les llegaban a niños, como adultos por igual. Ambas generaciones podían observar como la exageración producida en los dibujos animados, de alguna y otra manera, ayudaba a suavizar los conflictos de la época y seguir influenciando al público. Varios años después, llegaron nuevas propuestas que no sólo demostraron tener un avance tecnológico abismal, lo más importante siempre había sido que la historia puesta en pantalla pudiera tener su propia máscara.

Me gusta pensar que una gran mayoría de los directores de animación se reúnen en un gran salón para platicar con chicos y grandes sobre sus películas. Podemos imaginar a Andrew Stanton representando a Pixar, contando la sinopsis de su cinta, la historia de un sobreprotector padre viudo, el cual tiene que buscar a su hijo con una discapacidad física; claro que los niños se asustan con la trama, por lo que el director procede a ponerse una máscara de un simpático pez payaso. Parece que tanto a niños y adultos les gusta la idea que hoy conocemos como, Buscando a Nemo.

El irlandés, Tomm Moore, presenta una dulce aventura de un niño teniendo que lidiar con la falta de atención ante el nacimiento de su hermana menor. Parecería un relato simple, pero el director adorna su máscara con la poca explorada cultura celta que maravilla a todo el público en La Canción del Mar.

Finalmente, Hayao Miyazaki cuenta como Satsuke y Mei tienen que esperar junto con su padre a la recuperación de su madre enferma. No parece haber esperanza para las hermanas, sin embargo, para el japonés esto no representa un problema, selecciona una simpática máscara gris con aspecto de conejo, brindando ilusión y fantasía para nuestras protagonistas que encuentran la felicidad en aquel ser al que llamarían Mi Vecino Totoro.

Por supuesto que no todo tiene que estar pensado para complacer a toda la familia, existen cintas con clasificación B-15 ó C (para mayores de 15 y 18 años, respectivamente) que contienen temas pensados para un público más adulto, evitando las máscaras que van mayormente pensadas para el público infantil. En este gran salón, Charlie Kaufman nos sumerge en el drama de un hombre maduro en una crisis, que encuentra un escape ante la conexión que tiene con una mujer que conoce en un hotel. Lo que bien pudo contarse de la manera tradicional, el cineasta decide aventurarse en la técnica del stop-motion para deleitar al público adulto con Anomalisa.

Marjane Satrapi procede a contar su historia: la vida de una niña en Irán a finales de los años 70, siendo el crecimiento de la protagonista, paralelo al conflicto de su país. El relato resulta demasiado denso, sin embargo, la directora encuentra un carisma con la visión única de una niña ante la guerra, logrando despertar interés en el público con la irresistible esencia que hoy llamamos Persépolis.

No importa la temática, estos artistas optan por narrar sus relatos de una manera en la que juegan con los elementos, así como los escritores lo hacían con las fábulas; aunque a pesar de los méritos que les podamos dar, un producto que sólo busca complacer al niño y entretenerlo de la manera menos complicada posible, siempre será el principal enemigo para eliminar el estigma que tiene esta manera de contar historias. Películas con buena animación hay muchas, que se cumplan con los estándares de calidad visual ya no es algo innovador, cualquier estudio con impacto mundial puede mantenerse a la vanguardia y ser competente con las técnicas que se están usando en la actualidad. Sin embargo, alejarse de la mediocridad de historias recicladas, presentar nuevo contenido y que este tenga visibilidad, es la manera en que estos enmascarados aprovechan al máximo esta técnica, que durante toda su evolución, ha encontrado un refugio para aquellos que quieran disfrazar una infinidad de temas en este gran salón de los dibujos animados.

 

Vivir en el presente

Por Convocatorias Sin comentarios

Mtro. Jorge Iván García Morando, Coordinador de Proyectos Sociales y Religiosos • Plantel Guadalajara

 

En el momento en que expresamos ¡vive el presente! No nos referimos a un simple sentido de vivir el momento como efímero o fugaz, como aquello que definió a la posmodernidad, sino como aquella acción que tiene que ver con el asumir nuestro estado de conciencia y disposición por vivir en la realidad en la que nos encontramos. De ninguna manera se trata de olvidar el pasado y dejar el futuro, más bien, consiste en insertarse en la realidad presente, es decir, vivir cada instante con presencia del presente en tanto que implica tener una capacidad de adaptarse a la realidad. No se confunda con el “acostumbrarse” de la realidad, puesto que nadie debería de acostumbrarse a la violencia, al maltrato, a la deshonestidad, a la infidelidad, a la calumnia, a la corrupción y a las condiciones que denigren a la dignidad humana. Es por ello que el vivir el presente con presencia significa, haberse dejado conmocionar por dicha realidad para emprender una serie de acciones que ayudaran a transformar nuestra condición humana global, porque a partir de esta conciencia del vivir, podemos afrontar el instante del presente desde otro enfoque y con nuevas estrategias, por un lado, tomamos conciencia de nuestro entorno y, por el otro, delimitamos el presente.

Conciencia y delimitación del presente son las dos acciones que el hombre pone en juego a su personalidad: puesto que de ello depende el cómo se van afrontar las condiciones de la realidad; de ello depende el asumir el sentido de responsabilidad y compromiso con lo que se vive y con quien se vive; de ello depende el sentido de felicidad con el que se quiera vivir, puesto que basta un instante del presente, para que esto denote una eternidad. Recordemos el evangelio de Marcos 9, 2-10 “En aquel tiempo, Jesús tomó aparte a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos a un monte alto y se transfiguró en su presencia…Después se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús. Entonces Pedro le dijo a Jesús: <<Maestro, ¡qué a gusto estamos aquí! Hagamos tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías>>” donde el instante del vivir el presente se torna la eternidad, dado que el escuchar a Cristo es, asumir la lógica de su ministerio pascual, ponerse en camino con Él. Este instante presente o este vivir el presente con presencia, es lo que les significó a los discípulos que, en vez de quedarse en lo sublime de la experiencia, Jesús les invita a seguir su camino y a estar dispuestos a <<perder la propia vida>> (cf. Mc 8, 35) por aquel a quién se ama. De igual manera, quisiera recordar un fragmento del poema Carpe diem atribuido a Walt Whitman:

No dejes que termine sin haber crecido un poco,

sin haber sido un poco más feliz,

sin haber alimentado tus sueños.

No te dejes vencer por el desaliento.

No permitas que nadie

te quite el derecho de

expresarte que es casi un deber.

No abandones tus ansias de hacer de tu vida

algo extraordinario…

No dejes de creer que las palabras, la risa y la poesía

sí pueden cambiar el mundo…

Somos seres, humanos, llenos de pasión.

La vida es desierto y también es oasis.

Nos derriba, nos lastima, nos convierte en

protagonistas de nuestra propia historia…

Pero no dejes nunca de soñar,

porque sólo a través de sus sueños

puede ser libre el hombre.

No caigas en el peor error, el silencio.

La mayoría vive en un silencio espantoso.

No te resignes…

No traiciones tus creencias. Todos necesitamos

aceptación, pero no podemos remar en

contra de nosotros mismos.

Eso transforma la vida en un infierno.

Disfruta el pánico que provoca tener

la vida por delante…

Vívela intensamente,

sin mediocridades.

Piensa que en tí está el futuro y en

enfrentar tu tarea con orgullo, impulso

y sin miedo.

Aprende de quienes pueden enseñarte…

No permitas que la vida

te pase por encima

sin que la vivas…”

 

Publicado en El Semanario Arquidiocesano de Guadalajara del domingo 29 septiembre de 2019

Islas de concreto

Por Convocatorias Sin comentarios

Este es mi barrio y yo soy libre como Mandela

Cuidao con la vieja escuela, que no te coja

Que te va a meter con chancleta y palo de escoba

Así que no te me pongas majadero

Porque yo vengo con apetito de obrero

A comerme a cualquiera que venga a robarme lo mío

Yo soy el Napoleón del caserío…

¡Oye! Esto se lo dedico a los que trabajan con un sueldo bajito

Pa’ darle de comer a sus pollitos

Yo quiero a mi barrio como Tito quiere a Caimito

Yo no lucho por un terreno pavimentado

Ni por metros cuadrados, ni por un sueño dorado

Yo lucho por un paisaje bien perfumado

Y por un buen plato de bistec encebollado

Por la sonrisa de mi madre que vale un millón

Lucho por mi abuela meciéndose en su sillón…

 

Decía Marx que la consciencia de los individuos era determinada por las condiciones socio-económicas en las que éste se desarrolla. Es decir, somos (además del aspecto económico evidentemente) el resultado de nuestras interacciones con aquellos que se encuentran a nuestro alrededor. Nuestra identidad se fundamenta en todos los elementos que se reproducen en un entorno social determinado, generando en nosotros además de pautas de conducta, una cierta jerarquía de valores y afectos. Principalmente eso, afectos.

Antes, hace ya unos años cuando nuestros padres fungían como figuras de autoridad en la mayoría de los casos (y no como súbditos de sus engendros) su influencia en nuestra formación era muy marcada. Nos enseñaban a andar en bici, tirar con la resortera, patear un balón, etc., nos llevaban a excursiones a conocer montes, ríos, lagunas, el mar, y demás cosas que poco a poco nos iban sumergiendo en este mundo que es atroz y maravilloso a la vez. El gusto por la literatura, por la música, la pintura y otras expresiones artísticas también se absorbían en la casa.

Digamos que nuestros padres eran nuestros primeros transmisores del bagaje cultural denominado tradicional y a veces no tan tradicional. Después en la adolescencia llegaban los amigos. Lo cual no quiere decir que nuestros padres dejarán de influir, pero en la adolescencia por lo regular le entra a uno la actitud punk y se rebela de todo aquello proveniente de ellos. Pero los amigos, con lo mismos que se explora la calle y la vida, comienzan a compartir sus hallazgos de todo tipo: sobre las féminas, los autos, el futbol, las peleas, las películas underground, los escritores proscritos, la música de protesta, los conciertos (de rock, ska, punk, metal), los videojuegos, las revistas prohibidas, la sexualidad, y otras perversiones y rebeliones propias del ghetto.

No faltaban los perros callejeros, que como bien decía el buen Bukowski tenían más personalidad (y la siguen teniendo en muchos casos) que una gran mayoría de humanos. Desde luego, no podían faltar los parias de tiempo completo que servían de buenos ejemplos a nuestras madres, para lanzarnos anatemas si es que nos queríamos desbocar o tomar el camino de los excesos. Como olvidar a la típica (o típicas) Doña Pelos, especie endémica del barrio, parecida a un juglar pero en versión urbana. También había un Don Terrenos, el típico burgués (siguiendo con el argot de Marx) que construía un palacio en medio del caserío y vivía con ínfulas de vivir en fraccionamiento exclusivo.  En fin, uno crecía con esas interacciones, propias de los suburbios de la ciudad, con un número infinito de personajes, seres, y sucesos extraordinarios.

Todo lo anterior aunque parezca un absurdo influía en nosotros, nos otorgaba elementos para forjar una identidad propia y colectiva a la vez. Basada en códigos un tanto primitivos pero efectivos para un contexto hostil y violento. El concepto de familia se extendía más allá de la sangre. Pues sucedía y sigue sucediendo que se comparte muchas de la veces más con la gente del barrio que con nuestros llamados familiares.

Néstor García Canclini escribió en alguna parte que hoy las viejas instituciones (el Estado, la Iglesia, la escuela y la familia) habían sido rebasadas, perdiendo incluso, en gran medida su poder de influencia y su capacidad de transmisión de la cultura, frente a los llamados medios masivos de comunicación. Yo estoy de acuerdo, se han ido diluyendo. Por el contrario, se ha vendido muy bien el ideal de que el “otro” es una molestia, una carga, la ciudad se nos ha vuelto  un peligro latente, Le Corbuiser lo advirtió de manera enérgica y por eso propuso como modelo urbano aquél, donde no existieran las banquetas, donde principalmente, todo se moviera mediante transporte motorizado individual. Hoy los famosos cotos, privadas, distritos, están en acuerdo con el ideal de Le Corbusier. La exclusividad, la vigilancia, el confort, la seguridad, la cercanía, están representados en los famosos edificios habitacionales y comerciales llamadas distritos. “Haz tu sueño realidad, vive sin vecinos…” anunciaba el espectacular de uno de estos distritos en una importante avenida de la ciudad. La abolición de la comunidad en su máxima expresión. La indiferencia como patrón de conducta de la élite ¿Qué más?

La pregunta aquí sería ¿En esas condiciones (que desde luego no son susceptibles de alcanzar por todos) quién transmite el bagaje cultural con todas sus implicaciones humanamente asequibles? ¿A qué nos referimos con identidad en un contexto de seres que viven en islas de concreto?

 

Aquí no se perdona al tonto majadero

Aquí de nada vale tu apellido, tu dinero

Se respeta el carácter de la gente con que andamos

Nacimos de muchas madres pero aquí solo hay hermanos

…Allá abajo en el hueco en el boquete

Nacen flores por ramillete

Casitas de colores con la ventana abierta

Vecinas de la playa puerta con puerta

Que yo tengo de to’, no me falta na’

Tengo la noche que me sirve de sábana.

 

La Perla, Calle 13 y Rubén Blades.