El Obispo de Roma recordó que la organización, fundada en Chile por monseñor Alfredo Silva Santiago, Arzobispo de la Diócesis de Concepción con el apoyo de otras universidades, está integrada por 115 universidades, lo que representa actualmente a 1.500.000 alumnos, más de 110.000 profesores y más de 5000 programas académicos de diferentes niveles. Es la organización más numerosa dentro de la Federación Internacional de Universidades Católicas (la FIUC). «Esto hace -subrayó- que la Organización goce de solidez en el trabajo académico y, a la vez, que tenga en sus manos una gran responsabilidad, tanto en el presente como en el futuro de América Latina».
No asustarse frente al caos
Mirando la realidad del continente, el Sucesor de Pedro expresó que «la pobreza y la desigualdad son una llaga que se profundiza en lugar de aliviarse».
«La pandemia y sus consecuencias, el contexto mundial agravado en lo político, económico y militar, así como la polarización ideológica, parecen cerrar las puertas a los esfuerzos de desarrollo y anhelos de liberación», dijo. «La presente crisis -prosiguió- no es solo una oportunidad para constatar el agotamiento de sistemas y modelos económicos, sino que mueve a superar soluciones prejuiciosas como las que alimentan los esquemas de polarización ideológica, emocional, política, de género y de exclusión cultural». En todo caso, Francisco recomendó no asustarse frente al “caos”, porque es de ahí que Dios hace sus obras más hermosas y más creativas.
Universidades y catolicismo
Bergoglio dedicó un importante espacio de su alocución a reflexionar sobre los términos «universidad» y «católica», puntualizando que el vocablo «católico» tiene una referencia a la armonía. La tarea del organismo es, según el Pontífice, «contribuir a formar mentes católicas, capaces de observar no solo el objeto de su interés. Una mirada extremadamente precisa y focalizada puede volverse fija, fijada y excluyente». «Tiene la precisión de un radar, pero pierde el panorama», aseguró.
En cambio, Francisco destacó que «ser católico significa tener una visión panorámica sobre el misterio de Cristo y del mundo, sobre el misterio del hombre y de la mujer» y reivindicó la necesidad de «mentes, corazones, manos a la altura del panorama de la realidad, no de la estrechez de las ideologías».
Francisco propuso un ejemplo de mirada católica aludiendo al comienzo de la Gaudium et spes, la Constitución que el Concilio Vaticano II dedicó al mundo contemporáneo, afirmando que «los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo» (n. 1).
Este documento -remarcó Francisco- «noshabla de la vida humana ‘católicamente’, no selectivamente». Es decir, «se interesa de toda la condición existencial y no solo de una parte —la feliz o la dolorosa—, porque en todas habita la gloria de Dios. Si la alegría atrae a tal punto de silenciar la voz del dolor de cercanos y lejanos (¡o incluso a veces la propia, la alegría que anestesia!, ¿no?), es solo euforia, no tiene alcance».
La alegría que anestesia «no cura las heridas, esaalegría no cura, sino que las tapa, y estas las heridas tapadasse infectan». «Al contrario -manifestó el Papa-, si la atención al dolor propio y de los demás consume las energías de la esperanza, se vuelve la excusa para eludir el riesgo y la voluntad necesaria para volver a apostar por la vida, aun si nos ha decepcionado».
«El dolor -sostuvo- se transforma en pretexto para despreciar el pan cotidiano de la consolación, que el Señor no deja faltar ni siquiera en la jornada más dura. Ustedes son universitarios, hombres y mujeres con amplitud de miras, por eso sean católicos; en este sentido de la palabra, no católicos así sectarios». «Son católicos y, por eso, porque quieren ser católicos, ¡sean universitarios!», les pidió el Obispo de Roma.
El Pacto Educativo Global
El Santo Padre está convencido «de que la catolicidad de la mente, del corazón y de las manos, promovida por sus universidades y su asociación, puede contribuir de manera decisiva a la sanación de las heridas tan dolorosas que ofenden hoy a nuestra amada América Latina, donde los ricos se vuelven cada vez más ricos, y los pobres cada vez más pobres».
Francisco les solicitó alimentar el fuego encendido por Dios en América Latina y aseveró que en esto los ayudará también el Pacto Educativo Global, que ha confiado a la entonces Congregación para la Educación Católica y ahora al nuevo Dicasterio para la Cultura y la Educación.
El Santo Padre compartió su alegría por el hecho de que muchas universidades coordinadas por su asociación y la misma asociación promueven con energía ideas y proyectos inspirados en el Pacto Educativo Global, les exhortó a seguir adelante y aclaró que es hermoso que las universidades tengan misiones. «Una universidad católica debe ser misionera, es decir, con las puertas hacia afuera, dado que la misión es la inspiración, el impulso, el esfuerzo y el premio de toda la Iglesia», acotó.
Misión de la universidad: formar poetas y coreógrafos sociales
Para el Papa, la labor de la universidad es la de instruir a hombres y mujeres que, «aprendiendo bien la gramática y el vocabulario de la humanidad, tienen chispa, tienenel destello que permite imaginar lo inédito». También la de formar «hombres y mujeres que vislumbran en el pueblo una danza, un baile donde cada uno contribuye a la gracia del movimiento total y nadie es excluido».
Y si tuviera ahora que traducir la palabra «misión» en ámbito académico, Francisco confesó que utilizaría el vocablo «investigación», pues el investigador «tiene mente y corazón misioneros. No se conforma con lo que tiene, va a buscar».
«El misionero conoce la alegría del Evangelio y no ve la hora de que los demás la experimenten. Por eso, sale de la patria de sus convicciones y de sus costumbres, yendo hacia lugares inexplorados. Conoce el Evangelio, pero no sabe qué frutos dará en ese terreno extranjero. Es precisamente la tensión entre saber y no saber la que lo impulsa hacia adelante y lo protege de la presunción de conocerlo todo. Sabe, y se deja sorprender por lo que conocerá. Por eso, el misionero ama la reciprocidad: enseña y aprende, convencido de que todos tienen algo que enseñar».
«Así el investigador -declaró-, si no está dispuesto a salir y a aprender, renunciará a quién sabe qué maravilloso saber, mutilando su misma inteligencia. Es muy triste encontrar intelectuales, hombres y mujeres de grande inteligencia, pero con la inteligencia mutilada. Que sus ateneos, como instituciones académicas particulares y como redes de universidades católicas, puedan convertirse en centros de investigación valorados en todo el mundo. También así formarán mentes misioneras».
Al final de su mensaje, el Papa les agradeció lo que hacen, los animó a seguir adelante. «Que la Virgen los acompañe. Los bendigo de corazón y les pido que por favor recen por mí», concluyó.