Después de la multiplicación de los panes, muchos buscaron a Jesús no por un deseo genuino de acercarse a Dios, sino únicamente por el sustento material que habían recibido.
El evangelio de hoy adquiere un tono claramente eucarístico: ya no se trata de una señal milagrosa, sino de Cristo mismo que se presenta como el verdadero Pan de Vida. Este pan se nos ofrece constantemente en la eucaristía, y es tan central para nuestra fe que incluso está representado en el escudo de nuestra institución, recordándonos que Jesucristo es el centro de todo.
En esta Pascua de Resurrección, estamos llamados a reconocer a Dios vivo y realmente presente en la eucaristía. Busquemos ese pan que da la vida, alimento para el camino del cristiano, del cual brota nuestro ser y nuestro quehacer como miembros de la Iglesia.
“Señor, danos siempre de ese pan”.