La verdad a veces es difícil de aceptar, y Jesús no es indiferente ante las injusticias, especialmente las cometidas por los fariseos. En el Evangelio, encontramos su fuerte reclamo por la complicidad de estos en la muerte de los profetas. Hoy, quisiera invitarte a reflexionar sobre aquellas veces en las que hemos sido cómplices de malas conductas o acciones equivocadas de los que nos rodean.
Un ejemplo común: ¿Cuántas veces has participado en un chisme? Puede ser en el trabajo, en casa, con amigos, etc. Ese «trago de café» puede volverse amargo al darnos cuenta de nuestra complicidad. Pero Dios, como un padre amoroso, siempre busca lo mejor para sus hijos. Él nos corrige por amor, porque no le gusta vernos perdidos.
Te invito a hacer memoria de esos momentos en los que has sido cómplice del mal. No solo para pedir perdón, sino también para pedir la gracia de resarcir el daño que hayamos causado con nuestras palabras o acciones. Pidamos la gracia de reconocer la presencia de Dios en aquellos que nos rodean, pues Él se vale de cada situación y persona para manifestar su cercanía.
Señor, concédeme la gracia de verte en los demás, de sentir tu presencia amorosa en cada momento. Que tu mensaje llegue rápido a mi corazón, y que no lo rechace, sino que lo viva con valentía y amor.