Hoy celebramos la gloriosa institución del banquete divino: Jesucristo, que ofrece su Cuerpo y su Sangre para que tengamos vida. Jesús no se quedó en la Eucaristía solo para ser adorado, sino para ser comido, pues la mayor adoración de la Eucaristía es comerlo y entrar en comunión, corazón con corazón.
Te invito a que, en este día, nos acerquemos al sagrario y tengas un momento de acción de gracias a Jesús, que se queda con nosotros en este sacramento maravilloso. Y, si está dentro de lo posible, acércate y comulga, come a Jesús.
Es un dogma del cristiano
que el pan se convierte en carne,
y lo que antes era vino
queda convertido en sangre.
Hay cosas que no entendemos,
pues no alcanza la razón;
mas, si las vemos con fe,
entrarán al corazón.
Bajo símbolos diversos
y en diferentes figuras,
se esconden ciertas verdades
maravillosas, profundas.
Su Sangre es nuestra bebida;
su Carne, nuestro alimento;
pero en el pan o en el vino
Cristo está todo completo.
Fragmento de la secuencia de Corpus Christi.