¡Bendecido día, comunidad UNIVA! Comenzamos la semana con una pregunta fundamental: ¿Quién es mi prójimo? El evangelio nos enseña a amar a Dios y a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Sin embargo, existe el riesgo de malinterpretar quiénes son realmente nuestros prójimos y por qué tenemos el deber de actuar hacia ellos.
Jesús utiliza la parábola del buen samaritano para ilustrar el vínculo que debe guiar nuestro comportamiento. En la época de Jesús, los judíos y los samaritanos eran enemigos acérrimos. Al elegir el ejemplo del buen samaritano, Jesús enfatiza que el lazo que nos une es, en primer lugar, espiritual; luego carnal; y, finalmente, social. Al ser creados a imagen y semejanza de Dios, compartimos un vínculo espiritual profundo que precede incluso al vínculo carnal. Por ello, mi prójimo es aquel que se encuentra «próximo» a mí en sentido existencial, alguien que padece alguna necesidad y está cerca para que pueda ayudarlo; esa persona es mi prójimo.
¿Reconozco como prójimos a quienes me rodean en el trabajo, en mi colonia o en la escuela? ¿Estoy atento a sus necesidades y procuro ser una persona cercana? Pidamos a Dios la sensibilidad para identificar a los «prójimos» a nuestro alrededor, y la caridad necesaria para auxiliarlos de la mejor manera posible.