Jesús es tierno en sus palabras, pero su ternura confronta profundamente: “¡Jerusalén, Jerusalén, que matas y apedreas a los profetas que Dios te envía!” (Lc. 13, 31-35). Imagina lo impactante que sería si en lugar de «Jerusalén» Él pronunciara tu nombre. Cada día, Dios nos envía «profetas» de maneras inesperadas, personas y situaciones que nos muestran su cercanía. Sin embargo, solemos rechazarlos bajo el pretexto de que nos incomodan, especialmente cuando nos corrigen o nos muestran amor.
El Evangelio va aún más allá. Sus palabras, aunque tiernas, siguen siendo un llamado de atención: «¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como la gallina reúne a sus pollitos bajo sus alas, pero tú no has querido!» Nos recuerda que, muchas veces, somos nosotros quienes elegimos alejarnos del amor de Dios y experimentar su ausencia.
La invitación de hoy es reconocer esos momentos cotidianos en los que hemos dejado a Dios a un lado, y con ello, hemos sentido el vacío de alejarnos de Él para buscar solo nuestro propio interés. Es una oportunidad para acercarnos a Jesús, pedir perdón y dejarnos cobijar bajo sus alas. Dios es fiel y, aunque nos alejemos, nunca se aparta de nosotros; al contrario, pone todos los medios para que volvamos a Él.
¿Te animas a regresar a Dios?