Jesús se encuentra con una mujer pagana, alguien considerado indigno en su tiempo por no pertenecer al pueblo judío. Sin embargo, su fe y su respuesta en el diálogo con Jesús logran la liberación de su hija, quien estaba atormentada por un demonio (Mc. 7, 24-30).
Hoy te invito a reflexionar sobre tus encuentros con quienes no comparten tus ideales. A veces, nuestra manera de tratarlos puede no ser la más prudente. No nos corresponde a nosotros decidir cómo actúa Dios en la vida de los demás; más bien, podemos ser los instrumentos a través de los cuales aquellos que están lejos se acerquen a la Iglesia.
En este jueves eucarístico y sacerdotal, te animo a buscar un momento de oración ante el Santísimo y pedirle la gracia de ser un instrumento de su amor. Que, en lugar de juzgar, aprendamos a ser misericordiosos.
Señor, concédeme ser instrumento de tu gracia.