Hay cosas que hacemos por costumbre, pero, al final, tal vez no tengan sentido para nosotros. Buscamos encontrar congruencia con nuestras acciones habituales, y ahí radica la oportunidad de resignificar lo que hacemos, para que nutra nuestra vida y nos lleve a un verdadero encuentro con Dios en todo lo que realizamos.
Lo que Jesús condena en el Evangelio no son las costumbres rituales, sino la hipocresía con la que se llevan a cabo. Estas prácticas se han convertido en meras apariencias de pureza, mientras que el corazón permanece alejado de Dios. La pureza del corazón no es solo apariencia y ritos; es algo que brota de manera genuina de una vida recta, de un corazón que ha experimentado el amor de Dios y que sabe que esa experiencia lo ha regenerado, dejando atrás el pecado.
En esta jornada, podemos agradecer a Dios y reflexionar sobre aquellos momentos en los que nos hemos encontrado con Él a través del sacramento de la reconciliación. Agradezcamos por su misericordia y por devolvemos la frescura de la limpieza que recibimos en el bautismo.
Señor, gracias por tu misericordia, por tus llamados de atención. Perdona mi hipocresía y dame la gracia de no hacer las cosas por costumbre; ayúdame a darles sentido en mi vida y a reconocer tu presencia en lo cotidiano.