El hombre de puro corazón subirá al monte del señor.
Bendecido día a todos, querida comunidad. Hoy en este café hablaremos sobre Dios, a través de la vida de este gran santo que celebramos: San Ignacio de Loyola. Él era un soldado que buscaba demostrar su valentía en batalla, sirviendo a la corona y si era posible morir peleando.
Ahí se demuestra la pureza de su corazón, en la gallardía en su espíritu de guerrero que demostraba con toda su vida. Era un caballero, pero que debía dejarse purificar por Dios. ¿Cómo? Tras la batalla de Pamplona queda herido de guerra con la pierna prácticamente destrozada, es intervenido médicamente (imagínense la poca seguridad que tenían en los procesos quirúrgicos en el medievo), y salva su pierna, pero no vuelve a pelear. La recuperación fue en casa de su hermana donde, para pasar el tiempo, había únicamente libros de caballeros y libros de Santos. Obviamente, se devoró los libros de caballero que a él le encantaban; pero cuando se hartó de ellos, tuvo que recurrir a los que le quedaban. Sin embargo, descubrió una gran riqueza en ellos; mientras que los libros de caballeros le gustaban pero le cansaban, con los de santos quería más y más cada vez, y quedaba en su corazón el deseo de ser guerrero de Cristo. Amigos, ahí empezó su conversión a Cristo. Dos enseñanzas, cuidar lo que consumimos, si nos llenamos de Dios, seguro Él nos purifica y nos llena. Y no temer entregar la vida al Señor, les aseguro que lo poco que tenemos será como nada y vacío, frente a la gran riqueza que nos regala Dios. Seamos como San Ignacio, valientes y guerreros en la entrega a Dios de todos los días.
¡Ánimo! Excelente semana.