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Una, Ninguna y Cien mil

Jazmín Velasco Casas ∙ Profesora de UNIVA Online, Ciencias Sociales y Humanidades y Arte y Cultura, UNIVA Guadalajara

 

En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no hace mucho tiempo hubo una voz que escaló la caverna, tomó el sol y dijo algunas verdades; luego regresó al fondo, se ovilló en la tierra y dejó de ver sombras, incluso movimiento.

Si esa voz fuera flor, sería gardenia, en ocasiones azul e idealista, aunque en esencia solitaria para florecer entre todos los botones secos. Tal vez, en realidad sería flor de cactus, como aquella que Ingrid Bergman, en una comedia de Gene Saks, colocó sobre el escritorio de su oficina en representación de su sobrevivencia en ambientes áridos y desérticos, con promesa de exponer sus colores luminosos en un año o varios por venir.

De ser color, la voz sería verde jade, malaquita preciosa exhumada, dispuesta a probarse en diversas condiciones, siempre y cuando haya lugar para el juego y la creatividad; es decir, otras modalidades de ser libre. Porque sabe que, en climas adversos, incluso violentos, no hay lugar para el juego. Solo hay espacio para la nada.

Hay culturas laborales que perpetúan la nada, nulifican las voces, desvían los ojos y colaboran a que heridas pasadas sigan siendo nuevas. En sus pasillos se respiran a cada paso amenazas latentes, que ya no se sabe de cuál integrante son expelidas, haciéndolas más letales que aquellas que sí lograron expresarse en palabras. Y así como la corrupción toma formas individuales, organizadas y sistemáticas, el acoso moral también.

Si la voz fuese herida, sería la de titular borroso, duda de sí y no lugar. Entonces, ¿cómo vivió en tan breve espacio? Algunos dijeron que se trató de una prueba de carácter; otros, simplemente suerte o mala suerte. Pero hay estructuras que repelen las descripciones y la comprensión, es el momento en que las voces deben surgir y, si no son escuchadas, mudarse. Una voz no puede cambiar ni vencer estructura alguna.

En toda mudanza algo se rompe. La curación ocurre en ciertas zonas de la memoria y culmina con el olvido, afirmó Paul Ricoeur. La vela en frasco de cristal hecha trizas no volvió a pegarse para guardar la apariencia, solo se tiró.

La voz brota en verano, como gardenia y flor de cactus. Sabe que no es figura y no necesita lugares. Es función. Es una, ninguna y cien mil.

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