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Armando González Escoto · Dirección de Publicaciones, Sistema UNIVA

 

Aunque originario de España fue destacado artífice en la generación de dos nuevas patrias, Jalisco y México. Primero dio su importante apoyo para que la antigua Nueva Galicia declarara su independencia en junio de 1821, posteriormente apoyó la emancipación de México, y en 1823 apoyó de nuevo la transformación de la provincia de Guadalajara en el estado de Jalisco. Junto con el queretano Andrés Quintanar formó una mancuerna de primera importancia para el logro de esto que hoy estamos queriendo celebrar: doscientos años de Jalisco, libre y soberano.

Ya sabemos que los consumadores de la Independencia tenían visiones distintas a las de los iniciadores, también sabemos que estos no pudieron lograr su objetivo, en parte, por la sorpresa de la iniciativa, por la confusión que le siguió y el grave desprestigio provocado por algunas acciones insurgentes, como la masacre de Guanajuato.

También nos queda muy claro que la consumación de la Independencia y el nacimiento del estado libre de Jalisco no era trabajo que pudieran lograr personas o grupos carentes de influencia y de recursos, y que fue precisamente por la necesidad de salvaguardar intereses de elites poderosas que la independencia se logró. No era la primera vez en la historia del mundo que nobles fines se aliaban a intereses de grupo para lograr sin embargo resultados positivos ¿Por qué seguir siendo tan maniqueos a la hora de examinar la historia?

El padre de dos patrias al que me refiero es al benemérito obispo de Guadalajara, don Juan Cruz Ruiz de Cabañas y Crespo, que dejó para inmortal memoria una obra social de gran visión y trascendencia, el Hospicio de pobres o Casa de misericordia, edificio que hoy conocemos y admiramos como Instituto Cabañas, donde más que dar limosna, se enseñaba a la gente a trabajar para que no tuviera que pedirla, ofreciéndole casa y sustento por un determinado tiempo.

Quienes tienen de la historia una visión parcial o sesgada por prejuicios anacrónicos le han negado todo reconocimiento, aduciendo su postura contraria al movimiento de Hidalgo, de quien en ese momento nadie sabía con claridad lo que realmente pretendía y si eran evidentes las noticias alarmantes de las atrocidades que cometían por lo menos sus seguidores. De cualquier manera, se le niega a Cabañas el derecho a cambiar de opinión, a madurar su postura, y reconocer que finalmente apoyó la independencia. Esta actitud es sorprendente, sobre todo hoy, cuando vemos a tantos políticos ir de partido en partido, no precisamente por un asunto de madurez o en orden a un bien mayor para la sociedad, aunque seguramente los políticos dirán lo contrario y defenderán su derecho a evolucionar y pasar de este partido a aquel otro.

El obispo Cabañas en efecto dejó su inicial oposición al movimiento de Hidalgo, y en el transcurso de los años siguientes advirtió la necesidad de la emancipación con o sin el Plan de las Tres Garantías, debió afrontar la caída de Iturbide, y desde luego invitar a todo su clero a apoyar el proyecto de un Jalisco Libre y Soberano. Actuando a favor de la independencia de México y de la de Jalisco, se cerró para siempre las puertas de su propia patria, España, para seguir entregado a su trabajo y al gran ideal de construir para los más pobres, lo que será el edificio más grande de asistencia social creado en América, y una verdadera joya de la arquitectura neoclásica regional.

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